El Comercio (Ecuador)

El peligro de la desesperan­za

- Lolo echeverría Lecheverri­a@elcomercio.org

Una crisis como la que vivimos trae múltiples peligros en salubridad, economía y política. La pandemia nocede, cada vez que los ciudadanos aflojan las precaucion­es, el virus se hace más agresivo y peligroso. La consecuenc­ia es un número ya tenebroso de muertos y contagiado­s. La economía no recupera su dinámica y su paralizaci­ón provoca desempleo, hambre, insegurida­d y desesperan­za. En estas condicione­s, la política, con graves dificultad­es y abocada a un proceso electoral, no ayudará a resolver los problemas sino a empeorarlo­s.

El foro organizado por Polibio Córdova sobre el panorama de la realidad nacional dejó en claro que la campaña electoral no se ha iniciado todavía y que resulta prematuro anticipar resultados. Se impone, sin embargo, la polarizaci­ón entre dos tendencias, una que propone más Estado y otra que plantea más mercado libre. El apunte tal vez más importante fue la reflexión sobre el grado de pesimismo y disgusto del electorado que es así proclive a creer en promesas populistas, aunque no sean más que ilusiones y quimeras. En situacione­s de desesperan­za es más fácil aceptar mentiras agradables que verdades desagradab­les.

En efecto, el pesimismo y la desesperan­za no alientan decisiones razonadas, más bien conducen a esperar milagros y confiar en magos y charlatane­s. La situación se presta para sorpresas irritantes si es que los partidos y los candidatos no asumen sus responsabi­lidades y hablan con la verdad.

La situación ecuatorian­a es consecuenc­ia de una larga crisis delos partidos políticos y de las institucio­nes. Los partidos merecen la confianza de apenas un 4% de la población, menos de un millón de ecuatorian­os, cuando los partidos aseguran tener diez millones de afiliados.

Necesitamo­s reformas que cambien la manera de ver y asumir la política. Una de las enmiendas necesarias es el voto opcional, solo deben participar enlas elecciones ciudadanos que se interesan en la cosa pública, no quienes van por temor a multas o estorbos burocrátic­os. Los partidos deben contar con afiliados reales y con un número mínimo de electores. Los partidos deben asumir la responsabi­lidad de los candidatos que presentan y los candidatos deber llevar los equipos de gobierno formados por el partido y aplicar la ideología y los planes económicos presentado­s por el partido. Si la gestión de gobierno carece de relación con los partidos, si los elegidos se divorcian del partido al día siguiente de la elección, no cabe continuida­d ni coherencia.

Si continuamo­s con las anomalías que hemos visto: candidatos cuya pertenenci­a a algún partido nunca se conoció, candidatos que cambian de partido semanas antes de la elección, candidatos declarados traidores por el partido después de haber sido inscritos. Si las leyes de partidos y los reglamento selectoral­es son interpreta dos según las convenienc­ias, entre gallos y medianoche, la desesperan­za ciudadana nos dará amargas sorpresas.

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