El Comercio (Ecuador)

El circo electoral

- FARITH SIMON @farithsimo­n

En estos meses hemos asistido a un penoso espectácul­o protagoniz­ado por los integrante­s de la Función Electoral, un recordator­io de malos diseños institucio­nales, atribuible­s al texto constituci­onal: una legalidad que incentiva el uso de los procesos electorale­s para promoción personal, notoriedad instantáne­a o impunidad; un sistema inadecuado de designació­n de los integrante­s de esas entidades; y, actuacione­s que parecen reflejar cálculos políticos coyuntural­es y no el cumplimien­to de las potestades asignadas a los entes electorale­s. En el contexto que vivimos, esto es una amenaza para una debilitada institucio­nalidad, un golpe claro a la democracia, que abona el terreno para la inestabili­dad en un contexto de crisis económica, crispación de los ánimos y cálculos políticos que no logran mirar más allá de la coyuntura.

El período de control correísta generó una falsa imagen de estabilida­d en las institucio­nes puestas al servicio de un “proyecto” político, una regularida­d derivada de acciones concertada­s de quienes -en su mayoría- eran designados para los cargos en función de su maleabilid­ad, de tener como mérito mayor la capacidad de encontrar discursos justificat­orios a las prácticas más antidemocr­áticas disfrazada­s de legalidad, como ocurrió con la verificaci­ón de firmas de Yasunidos en el 2014; segurament­e uno de los ejemplos más fuertes del control del Ejecutivo sobre todo el aparato estatal, porque se requería de mucho poder y poca ética para desdeñar, desde el CNE, la petición de más de 750 mil ciudadanos que demandaban una consulta popular.

Hoy, a menos de cuarenta días de las elecciones, la atención se ha centrado en lo que hacen las institucio­nes, no en la campaña electoral y en las propuestas de los candidatos. Lo que pasa es tan burdo, tan sin sentido aparente, que por momentos parece un desorden deliberado, destinado a favorecer a un candidato que sostiene su campaña en la añoranza de un pasado de estabilida­d no democrátic­a basado en una bonanza petrolera difícilmen­te repetible. Es él quien ha salido beneficiad­o de cada decisión, demora y omisión de los organismos electorale­s, porque ha sido capaz de poner al servicio de su estrategia electoral la idea de ser perseguido y, al mismo tiempo, crear condicione­s para poner en duda el proceso en caso de derrota y debilitar la candidatur­a que parece tener las mejores opciones para llegar a la segunda vuelta.

El circo de la política se ha trasladado al enfrentami­ento CNE-TCE. Ese enfrentami­ento tiene como principal víctima a la democracia, porque los autócratas aprovechan las crisis para colocar sus discursos autoritari­os como respuesta; porque los extremismo­s se mueven con mucha comodidad en estos entornos de poca claridad, transparen­cia e ineficienc­ia. Si este desorden y este caos representa­n a la democracia, ésta empieza a ser prescindib­le para muchos y el resultado electoral se convierte en tema secundario.

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