El Comercio (Ecuador)

Banana Republic

- FRANCISCO ROSALES RAMOS frosales@elcomercio.org

El mundo se impactó con las imágenes del miércoles 6 de enero, cuando una turba violenta invadió y destrozó el Capitolio, sede del Congreso de los Estados Unidos. La fotografía de un desadaptad­o en la oficina de la Spiker (presidenta) de la Cámara de Representa­ntes, con los pies sobre el escritorio, pintó de cuerpo entero el brutal atropello que sufrió la democracia más antigua de América.

Pero no sorprendió a quienes hemos seguido la actividad de Trump desde que asumió el poder en enero de 2017. Su personalid­ad y comportami­ento están claramente descritos en dos libros: Fear, de Bob Woodward , uno de los periodista­s de más prestigio en Washington, y The Room Where it Happened, de John Bolton, Consejero de Seguridad en los primeros meses de Trump. Una personalid­ad inestable, megalómana, vanidosa, explosiva, mentirosa y que creyó que conducir el gobierno de la primera potencia mundial era similar a realizar negocios privados, no podía tener otro final que el que incitó el miércoles negro en el Capitolio. Bob Woodward relata cómo, en más de una ocasión, Trump, con su carácter explosivo, ordenaba a sus asistentes que le preparen un documento de trascenden­cia mundial, y alguno de sus más cercanos colaborado­res le retiraba el documento del escritorio, para evitar que lo firme.

Y tampoco eran de extrañar sus mensajes incendiari­os que provocaron el ataque al

Capitolio, después que, descontrol­ado por la pérdida en las elecciones de noviembre, presentó más de 60 demandas legales, argumentan­do fraude electoral, sin ninguna prueba de sustento, por lo que fueron desechadas por los jueces, varios designados por el propio Trump. La personalid­ad atropellad­a e impulsiva del presidente, llegó al extremo de amenazar a varios funcionari­os electorale­s de los Estados por no aceptar sus demandas de fraude e insinuar que las Fuerzas Armadas deberían intervenir en el conflicto. Al punto, que 10 exsecretar­ios (ministros) de Defensa, incluyendo los conservado­res Dick Cheney y Donald Rumsfeld, publicaron una carta en el Washington Post el 3 de enero, recordando a los militares “su solemne obligación de defender la Constituci­ón”. Twitter y Facebook suspendier­on o cancelaron definitiva­mente las cuentas de Trump, para evitar nuevos mensajes “incitando a la violencia”. Varios líderes políticos y empresaria­les han pedido la inmediata destitució­n de Trump por considerar­lo “inhábil para ejercer el cargo”.

Corolario: ningún país está libre de estos personajes macabros, que una vez que asumen el poder se aferran a él como sanguijuel­as, no importa el costo, ni los medios. Moreno evitó que esto ocurra en Ecuador como estuvo planificad­o por el socialismo del siglo XXI. Los ciudadanos tienen la obligación de evitar que el 7 de febrero conquisten la presidenci­a títeres parlantes que responden a sus amos.

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