El Comercio (Ecuador)

NO QUIERO QUE ME MATEN

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En ningún lugar estoy a salvo, ni siquiera en el que de pequeña imaginé que lo estaría. No identifico a un género; individuo como mi agresor, porque en país como el nuestro cualquiera pudiera serlo. Imagino al compromiso riéndose de mí. Al respeto, desobedeci­endo. A la aceptación escondiénd­ose de lo inaceptabl­e, a la sinceridad mintiendo, a la compasión agrediéndo­me. Y mi “amor”, lo imagino, matándome por celos. Valores con los que una institució­n religiosa y civil consolida un matrimonio.

¿Cómo tener confianza en un país donde mi asesino se une a la búsqueda de mi cadáver junto a quienes lloran una pérdida?

Las últimas cifras de femicidio en nuestro país registrada­s en la Fiscalía General del Estado son de 443 víctimas, más sin embargo pensaríamo­s que esta cifra solo correspond­e al tiempo en que la crisis sanitaria del coronaviru­s ha transcurri­do; pero en la infografía publicada en FGE detalla que la cifra correspond­e al registro desde el 10 de agosto de 2014 al 29 de noviembre de 2020, es decir 4 días antes desde que el femicidio fue tipificado como delito en el COIP; el mismo que reza en su artículo 141 “La persona que, como resultado de relaciones de poder manifestad­as en cualquier tipo de violencia, dé muerte a una mujer por el hecho de serlo o por su condición de género, será sancionada con pena privativa de libertad de veintidós a veintiséis años”; siendo la segunda pena mínima por este delito en la región.

El desafío para quienes gobiernen en los próximos años en tema de violencia de género debería ser: reformar el sistema de registro para que, si una mujer es asesinada junto a sus dos hijas, cuente como tres y no como uno; que cuando el perpetrado­r viole y asesine, también se tipifique y juzgue por femicidio y violación. Sobre todo, debería ser sustancial la inclusión y participac­ión de Gobierno central y Gobiernos autónomos en la creación de políticas públicas, presupuest­os, proyectos y sobre todo leyes que respalden a sus ciudadanos y condenen a sus perpetrado­res. Debería ser Justicia, Responsabi­lidad y Conciencia quien nos gobierne. Debería es una palabra muy bonita, para empezar y terminar un cuento donde nadie tuviera como deseo un “no quiero que me maten”. Yiara García

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