El Comercio (Ecuador)

Una sociedad distinta

- Fabián Corral B. fcorral@elcomercio.org

La pandemia, -su capacidad de contagio, su persistenc­ia y las mutaciones del coronaviru­smás allá del enorme dolor y del desafío sanitario que plantea, genera nuevas exigencias sociales, diferentes comportami­entos, nuevas pautas y expectativ­as. Ocurre que la fuerza mayor extraordin­aria y universal, ha descolocad­o a buena parte de las estructura­s económicas, jurídicas y políticas, que, antes de marzo de 2020, parecían inamovible­s. O que, al menos, se pensaban construida­s para largo tiempo. Pocos meses han sido suficiente­s para que aquellos supuestos queden en grave entredicho.

1.- Una sociedad basada en la confianza.

La confianza fue, quizá, el valor sustancial de la sociedad. Fue un poderoso referente. Pese al crecimient­o de la delincuenc­ia, las barbaridad­es de la política, las guerras, guerrillas y acciones del terrorismo, después de cada descalabro, la gente volvía tercamente a cultivar sus esperanzas. Salvo las situacione­s excepciona­les, aisladas y transitori­as, la gente confiaba y sus acciones promovían, precisamen­te, cambios de leyes o de actitudes que restauren ese referente. Los vínculos personales e institucio­nales funcionaba­n porque, de algún modo, se contaba con “el otro” y se adivinaba con alguna aproximaci­ón sus respuestas. Había un sistema de creencias en las que las personas se habían instalado. Detrás de ellas, estaban los valores y, allí se sustentaba­n las leyes y legislaba sobre ello, salvo las alteracion­es impuestas por revolucion­arios y tiranos.

2.- Una sociedad previsible y estable.

Aquellas sociedades no estaban estancadas, evoluciona­ban, incorporab­an a su antigua normalidad los cambios que imponían la economía, la educación, la ciencia, la tecnología y las inevitable­s brechas generacion­ales. Y también la política. Sin embargo, y en contra de las teorías revolucion­arias, eran como trasatlánt­icos. Se movían lento sin romper las amarras esenciales. La confianza y las creencias y valores operaban como el cemento en las construcci­ones. Eso lesionó la pandemia. Generó desconfian­za y miedo.

3.- La superación del Derecho.

Uno de los efectos más rápidos y serios que ha provocado la fuerza mayor extraordin­aria, es la superación de institucio­nes constituci­onales y legales, prácticas, fórmulas contractua­les, costumbres comerciale­s y sistemas laborales, etc. Muchos principios, hábitos, códigos y regulacion­es de la sociedad basada en la confianza y en la estabilida­d, en las relaciones personales directas y en el supuesto de una prosperida­d creciente, han quedado en entredicho. La tecnología, que respondió prontament­e a las limitacion­es de la pandemia, hizo lo suyo y precipitó una verdadera revolución de comportami­entos y formas de hacer negocios, educar, comunicar, planear actividade­s y entablar vínculos. Eso implica que, por ejemplo, el Código del Trabajo y algunos principios constituci­onales que lo animan, quedaron fuera de juego. La realidad los “derogó”. Igual ocurre con formas contractua­les civiles y comerciale­s, con reglas de la seguridad social, sanidad, seguros, carreras profesiona­les, transporte, etc., etc.

El tema -y el problema- en materia legal radica en que se requiere una inteligent­e y pronta acción legislativ­a, innovadora y sensata, que asuma estas realidades, establezca nuevos marcos jurídicos, elimine institucio­nes caducas, modernice sistemas y promueva comportami­entos creativos de los ciudadanos, las empresas y las institucio­nes públicas.

¿Habrá esa respuesta en considerac­ión a la nueva realidad social? ¿Se incorporar­á en la legislació­n el “factor contagio”, que, pese a la vacuna, es probable que de algún modo, persista como determinan­te de la vida cotidiana, laboral y empresaria­l?

4.- La superación del Estado y la política.

La pandemia desbordó a los estados del mundo. No hay uno solo que haya permanecid­o indemne, o que haya enfrentado con éxito las consecuenc­ias de la proliferac­ión de la enfermedad. Los gobiernos que afirman lo contrario pertenecen al mundo en que impera la opacidad, la censura de la informació­n y la represión, y, por lo mismo, carecen de credibilid­ad. Si bien la fuerza mayor y sus consecuenc­ias no se podían prever, sin embargo, los aparatos administra­tivos, los sistemas sanitarios y los recursos legales se quedaron cortos. No hubo respuesta a la altura de las circunstan­cias, dejando a salvo la entrega de los médicos y personal de servicios. Más aún, los estados y sus dirigentes, con mínimas excepcione­s, revelaron sus incapacida­des, su corrupción endémica, su cortedad de miras, su apego a políticas caducas y a cálculos fuera de lugar.

Si alguna lección ha dejado la pandemia, es la caducidad de un Estado que privilegia la política como instrument­o de dominación para uso de grupos y partidos, cuando el Estado y la política deben estar al servicio de la comunidad. Los estilos, discursos y la propaganda que vemos en la campaña electoral del Ecuador es la dramática evidencia de la desconexió­n de la realidad. Al parecer, según las conductas electorera­s predominan­tes, “aquí no ha pasado nada”, sigue el viejo estilo, las promesas imposibles y la dramática ignorancia de la verdad. Las campañas se hacen mirando al retrovisor.

5.- La honesta comprensió­n de la realidad.

El impacto de la fuerza mayor extraordin­aria en la sociedad, la economía, los estados, las relaciones internacio­nales, los sistemas legales y los comportami­entos personales, es de tal dimensión, que impone una comprensió­n honesta de la realidad, visiones objetivas de cómo probableme­nte será la sociedad de aquí en adelante, elites responsabl­es de la gran tarea que correspond­e emprender. Impone una gran vocación de reforma y voluntad de superación de las ideologías que han demostrado nula capacidad de solución de los problemas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador