Con la soga al cuello
Todos sabemos que la situación del país es crítica. La emergencia por la pandemia no termina y se prolongará al menos el año entero, a pesar de las alentadoras noticias sobre las posibles vacunas. Pero es evidente que no estarán disponibles enseguida ni en el volumen que se necesita, porque la demanda mundial no permite satisfacer a todos y porque un nuevo requerimiento de enormes cantidades de dinero agravará la crisis económica.
El país dependederecursosdelexterior. Con grandes apuros cubrirá las necesidades fiscales de 2020. Y este año también dependerá de créditos multilaterales y apoyo internacional. La reactivación podría empezar hacia fines de año, si se cumplen las previsiones para salir de la crisis, que requieren, indispensablemente, de estabilidad política y económica.
La Asamblea Nacional, tan ágil para el alboroto y la protección de sus integrantes -según su Presidente tiene a sesenta investigados judicialmente- aprueba a empujones leyes contra la corrupción que están a su consideración desde hace años y que, como la también urgente Ley de Seguridad Nacional, no terminan de ser tratadas.
Mientras tanto, afrontamos elecciones cruciales en 23 días, sin claridad ni certezas. Con un Consejo Electoral que decide todo por mayoría y sin consenso. Las mayorías fijas implican compromisos específicos, que no caben en un proceso electoral transparente.
El cumplimiento de las normas para inscribir candidatos se exige en unos casos y no en otros, aplicando criterios contrarios. Se reparten las delegaciones provinciales entre los consejeros de la mayoría, lo que permite cualquier irregularidad, sin control posible. Nada funciona con claridad.
El Tribunal Contencioso Electoral en la misma tónica. En guerra con lo que resuelve el CNE. No existe ni coordinación ni un empeño en la única dirección que deberían seguir los dos organismos: asegurar elecciones limpias, con igualdad de oportunidades, sin dedicatoria para nadie, sin cálculos ni corta pisas, aplicando la Ley sin mañosería, enunproceso que tendrá mayor ausentismo que el normal por el riesgo de la pandemia. La destitución de cuatro vocales del CNE, que acuden a subterfugios legales para ganar tiempo, aumenta la incertidumbre en el proceso y en sus resultados.
Con esta penosa realidad no podemos esperar que el resultado refleje lo que quiere el pueblo y lo que necesita el Ecuador. Cualquier gobierno nacerá deslegitimado y está condenado al fracaso, sin la certidumbre de un proceso limpio. Será incapaz de reconstruir la economía y precautelar la salud, tareas primordiales si se quiere futuro para el Ecuador. Sin elecciones limpias y confiables, sin consensos mínimos, imposibles en estas circunstancias y en tan pocos días, el país no podrá salir de la crisis. El Ecuador, como los consejeros del CNE, con la soga al cuello.