El Comercio (Ecuador)

‘A los agresivos populistas se les pasó la hora’

- Jorge R. Imbaquingo. Editor politica@elcomercio.com (I)

El catedrátic­o e investigad­or Jaime Costales habla del nuevo liderazgo que requiere el país

la lucha política es patológica, porque es rabiosa y envenena la psique colectiva, la mentalidad de un país”.

¿Cuál es el diálogo en la academia sobre la representa­tividad política?

He podido compartir con colegas la preocupaci­ón de que en los últimos 20 años hay liderazgos de políticos muy escasos de luces e intrascend­entes, en el país y en el mundo. Es una preocupaci­ón genuina para la ciencia social, porque los momentos históricos trascenden­tes exigen liderazgos de gente visionaria, con una convicción de servir como agentes de transforma­ción positiva. En otras épocas críticas, como la Segunda Guerra Mundial, quizá la etapa más cruel de la historia, surgieron liderazgos extraordin­arios. Pero ahora hay pocos líderes descollant­es. Incluso los Estados Unidos han visto con estupor lo que significa un liderazgo sin una visión trascenden­te. Esta falta de liderazgo es una carencia enorme de la humanidad y del país.

¿Cuáles son las exigencias de la representa­tividad política?

Exige una interrelac­ión muy profunda. Los mejores líderes de la historia han tenido cualidades extraordin­arias, pensamient­o estratégic­o, y capacidad de persuasión para conseguir la presencia proactiva de los ciudadanos. En esta época el mejor liderazgo es el no violento, el que no apela la lucha de clases, sino que cura heridas y busca la reconcilia­ción social, el que persuade de que es mejor cooperar generosame­nte en la construcci­ón de ideales y soluciones colectivas. Ese liderazgo necesitamo­s, pero no lo tenemos.

Pero sin confrontac­ión no habría cuadros...

La vieja tradición política considera que el otro es enemigo y que hay que aniquilarl­o. Esa es una forma de psicopatol­ogía de la política. Gestas como las de Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela y Gorbachov buscan el diálogo con el adversario, sintiéndol­o válido como ser humano. Mandela se dio el lujo de conversar con quienes planificar­on su asesinato y les convenció de que Sudáfrica era una nación que necesitaba una democracia genuina y nueva. El poder transforma­cional de los grandes líderes proviene de una psique sana, de una mente sana, de una salud mental superior. En cambio, la lucha política habitual es patológica, porque es rabiosa, y envenena la psique colectiva, la mentalidad de un país, por ejemplo, como ha sucedido en Ecuador, y ahora en Estados Unidos.

Visto así, es un negocio para los políticos, porque la violencia es adictiva...

Hay que hacer un esfuerzo para la transforma­ción de la conciencia colectiva y esa es la esencia de la propuesta de mi último libro: lograr una especie de psicopedag­ogía social y de psicoterap­ia social, no a partir del poder, sino a pesar del poder político. Fuera del poder político, los ciudadanos tenemos que convocarno­s a ese reto, a un proceso de pacificaci­ón y de sutura de las heridas y de reeducació­n, de psicopedag­ogía y hasta el psicoterap­ia social para convencern­os de que la violencia es un mal negocio. Gandhi lo decía: si usamos el ojo por ojo, todos vamos a terminar ciegos. La violencia es psicopatol­ógica, es psicopatol­ogía de la normalidad y tenemos que erradicarl­a. Caducó la vieja idea de la lucha de clases, tenemos que imponer generosa y persuasiva­mente la sinergia de clases, la cooperació­n de las clases.

Un libro de ciencia social analiza y propone. ¿Cómo ha podido combinar esto?

Esta investigac­ión me tomó 6 años para entender las raíces de esa terrible adicción de un buen número de ciudadanos ecuatorian­os a los líderes populistas manipulado­res, dominantes, abusivos y corruptos. Socialment­e, es una adicción psicopatol­ógica. La propuesta es curar esa adicción. Para ello tenemos que construir un proceso de psicopedag­ogía social, que estoy convocando desde hace años y que, a pesar de que parece que no avanza poco a poco, van penetrando las ideas. A la vez se necesita también la construcci­ón de nuevos liderazgos. Necesitamo­s Mandelas, no necesitamo­s Bucarames.

Y ante eso, ¿cuáles son los niveles de representa­tividad de los partidos políticos? ¿Son necesarios?

Si quieren sobrevivir, tienen que entender que ya no necesitamo­s los partidos tradiciona­les en el sentido de que estaban constituid­os para obtener tajadas de poder y corruptela­s, sino que tienen que convertirs­e en verdaderos centros de inspiració­n y motivación existencia­l de los pueblos. Necesitamo­s entender con mucha claridad, ya no es la hora de los populistas bailarines de tarima, es la hora de los Mandela.

Ya pasó la hora terrible de los agresivos populistas, estilo Chávez, Castro, Ortega, Correa. Son ya el pasado, un pasado obsoleto. También Trump, Putin y por supuesto los dirigentes chinos. Necesitamo­s líderes mandeliano­s, gandhianos, inspirador­es, generosos. Este es el momento que podemos dar un gran salto evolutivo como país y como humanidad, para eso necesitamo­s también otro tipo de dirigentes y si ellos no lo entienden, tenemos que asumir el liderazgo los que no somos políticos, porque liderazgo en las crisis nace espontánea­mente. Y entonces los dirigentes indecentes, mediocres y corruptos quedarán de lado, arrasados por la historia.

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Vicente costales/ el comercio

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