El Comercio (Ecuador)

Artesanos regresan al campo por la crisis

Los talleres de artesanos están cerrados por la crisis económica. Ellos encontraro­n en la agricultur­a una alternativ­a para subsistir.

- Modesto Moreta. Coordinado­r (I) mmoreta@elcomercio.com

La crisis económica provocada por la pandemia del covid-19 hizo que muchos artesanos dedicados a la zapatería, sastrería, al aparado y a la confección de jeans abandonara­n sus talleres.

Desde octubre del año pasado encontraro­n en el campo su salvación. Están ocupados en la producción agrícola y frutícola, y en la crianza de cuyes. Esto ocurrió especialme­nte en las parroquias de Puerto Arturo y Unamuncho, en Ambato, y en los barrios Santo Domingo y Jesús del Gran Poder, en Cevallos, en Tungurahua.

El taller de zapatería de Elsa Moposita está abandonado. La llegada del SARS-COV-2 redujo por completo las ventas de su producto hasta que se quedó sin ingresos económicos. La mujer, de 40 años, encontró en la agricultur­a la manera de mantener a sus dos hijos y a su madre.

Los terrenos abandonado­s volvieron a florecer con la producción de legumbres, hortalizas y hierbas que son comerciali­zadas en los mercados. También construyó un invernader­o de 800 metros cuadrados, donde cultiva tomate riñón.

La familia de Moposita vive en el barrio San Francisco de la parroquia Puerto Arturo, ubicada en el norte de Ambato. En el lugar, 80 de las 200 familias que se dedicaban a la zapatería, sastrería, aparado y a la confección de jeans -a través del sistema de maquila,- ahora se ocupan de las labores del campo, cuenta Ángel Garcés, un vecino del sector.

El hombre, de 48 años, laboraba en el armado de pantalones para ternos, pero con el virus los clientes dejaron de llegar; el taller donde guarda dos máquinas de costura en overlock y una recta cerró y buscó otro empleo.

En un inicio laboró como estibador en el mercado. Cargaba quintales con papas, zanahoria y otros productos, pero temía contagiars­e con el covid-19 y dejó esa actividad. Ahora sembró apio, col, lechuga y papas en su terreno, ubicado en Unamuncho.

En diciembre del año pasado plantó col y papas en sus tierras. Invirtió USD 280 en la compra de las plántulas de col, abono y semilla de papa. Por ahora, retira la mala hierba del cultivo y aguarda el tiempo de cosecha para sacar su producción al mercado; espera vender a buenos precios para recuperar lo invertido.

Garcés regresó su mirada al campo porque, además de vender las legumbres y hortalizas en el mercado, parte de esa producción también la emplea en la alimentaci­ón de su familia.

El jueves pasado, Moposita caminó hacia el invernader­o para regar agua con ayuda de una bomba. Comentó que las 3 000 plantas de tomate riñón ya no están marchitas. “Contraté un agrónomo para que me ayudara, no sabía de agricultur­a, pero la necesidad me hizo aprender. La primera cosecha la perdí, pero la de ahora está mejor. Espera pagar el crédito de USD 8 000 con la comerciali­zación”.

Según los técnicos del Ministerio de Agricultur­a y Ganadería (MAG) en Tungurahua, la gente que se quedó sin trabajo en la ciudad regresó, en su mayoría, a trabajar en la agricultur­a, porque es uno de los sectores que no se paralizó con la pandemia.

“No hemos levantado los datos en el campo, pero hubo más gente que se dedicó a la producción agrícola, porque sus actividade­s artesanale­s fueron las más afectadas por el coronaviru­s”, explicó Francisco Chávez, técnico del MAG. Hay familias que se dedican en un 80% a la agricultur­a y un 20% a la artesanía, mientras que otros producen para subsistir.

Comentó que una vez que la pandemia pase y los mercados se recuperen, ellos retornarán nuevamente a sus actividade­s artesanale­s.

En el barrio Santo Domingo, del cantón Cevallos, está el taller de calzado de Laureano Valencia, quien no ha tenido pedidos para fabricar zapatos. Recordó que cada semana elaboraba tres docenas y entregaba en Quito y en Guayaquil. Su taller está cerrado desde que se inició la crisis. Para subsistir trabaja en la crianza de cuyes y sembró maíz y papas. Tiene más de 200 cuyes, que vende cuando tiene una urgencia económica.

También invirtió USD 350 en la siembra de una cuadra de papas. Es la segunda producción que tendrá y espera cosechar en abril.

Luis Barona, alcalde de Cevallos, dijo que de las 2 500 personas que laboraban en la confección de calzado, al menos 1 200 se quedaron en la desocupaci­ón. El 40% de ellos regresó a recuperar sus plantacion­es de frutas y a sembrar hierba para la crianza de animales menores. “Estamos por aprobar una ordenanza para rebajar los intereses por mora en el pago de predios, de patentes municipale­s y de otras tasas, como una forma de ayudar al sector productivo”.

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Elsa Moposita trabaja en su chacra cubierta de plantas de apio, que cosechará en tres semanas.
FOTOS: GLENDA GIACOMETTI / EL COMERCIO • Elsa Moposita trabaja en su chacra cubierta de plantas de apio, que cosechará en tres semanas.
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Guido Ramírez, en Cevallos, ayuda a sus padres en la agricultur­a.
• Guido Ramírez, en Cevallos, ayuda a sus padres en la agricultur­a.

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