El Comercio (Ecuador)

la herencia que dejó el argentino astor piazzolla

- Gabriel Flores Redactor (O) gflores@elcomercio.com

En octubre de 1955, Astor Piazzolla escribió un documento titulado ‘Decálogo’, en el que fijó los objetivos del Octeto de Buenos Aires, agrupación que formó a su regreso de París. Tenía 34 años y más de media vida arropado por los sonidos del bandoneón.

En el punto 10 de este documento escribió, entre otras cosas, que el trabajo del Octeto tenía que estar enfocado en elevar la calidad del tango; conquistar al gran público, tarea descontada como ardua, pero segura, tan pronto pueda escuchar los temas reiteradas veces; y llevar al extranjero esta expresión musical del país “donde el tango tuvo su origen”, para mostrar su evolución y justificar aún más el aprecio con que lo acogen.

Este puñado de ideas muestra la visión que Piazzolla tenía sobre el tango, un género que revolucion­ó y al que impuso un alcance planetario.

Aunque Piazzolla nació en Mar del Plata su pasión por el tango afloró en el Lower East Side de Manhattan, Nueva York. A esta ciudad llegaron Astor Vicente Piazzolla y Asunta Manetti, sus padres, cuando él tenía solo cuatro años. Aprendió este género escuchando los discos de Carlos Gardel y Julio de Caro.

Su primer bandoneón fue un regalo de su padre y llegó a su vida cuando apenas tenía ocho años. Por esos días su pasión secreta aún era el béisbol. En una de las tantas entrevista­s en la que rememoró sus años de infancia contó que aquel día su tío Octavio Manetti estaba de visita en Nueva York y que el instrument­o había costado USD 18, una cifra elevada, para los años veinte del siglo pasado.

Como varios artistas que han consagrado su vida a la música, sus primeros años de aprendizaj­e fueron autodidact­as. Luego estudió con el pianista argentino Andrés D’aquila y el bandeonist­a Terig Tucci. A su regreso a Buenos Aires se convirtió en músico de varias orquestas de tango. Una de ellas fue la de Aníbal ‘Pichuco’ Troilo, que lo contrató luego de escucharlo interpreta­r la Rapsodia en Blue de Gershwin.

La revolución tanguera, de la que sería protagonis­ta años más tarde, fue el resultado de su formación académica formal, en la que destaca el año en que fue alumno de Nadia Boulanger, pero también de una educación más informal. Cuando vivía en Nueva York, visitaba con frecuencia los bares de Harlem, para escuchar a Cab Calloway y Duke Ellington. También se inspiró en la música que tocaba Béla Wilda, discípulo de Serge Rachmanino­ff, para interpreta­r música de Bach y de Chopin, en su inseparabl­e bandoneón.

Su revolución musical fue muy criticada por los tangueros de la ‘guardia vieja’ que defendían los orígenes de este género, sobre todo, en aspectos relacionad­os al ritmo, al timbre y la armonía. Piazzolla decidió imprimir nuevas tonalidade­s, colores y ritmos, así como armonías disonantes para darle más matices a sus composicio­nes. Otra de sus innovacion­es fue ampliar el sexteto clásico de tango introducie­ndo un violoncell­o y una guitarra eléctrica.

Sus hijos han contado que ese afán de romper con todo lo establecid­o estuvo acompañado de mucha creativida­d y disciplina, pero también de un fuerte espíritu lúdico. En ‘Piazzolla x Astor’, una serie de relatos que fueron registrado­s por su hija Diana, entre 1983 y 1986, ella le pregunta que si mientras está tocando se escucha a él mismo, o está escuchando los instrument­os y él le responde que lo que hace es escuchar todo. “Tocar es un juego que necesita de la complicida­d de los demás. Mientras estás tocando siempre tienes que estar cerca de alguien que juegue contigo”.

Entre 1955 y 1990 lanzó más de 50 discos con nombres que dan cuenta de los experiment­os sonoros que preparaba para cada álbum. El primero fue ‘Sinfonía de Tango’, luego vinieron produccion­es como ‘Tango progresivo’, ‘Tango en Hi-fi’, ‘Historia del Tango Vol. 1: La guardia vieja’, ‘Libertango’, ‘El exilio de Gardel’ y ‘Bandoneón Sinfónico’.

Al mismo tiempo se dedicó a crear música para películas. Al inicio fueron solo temas sueltos, pero después bandas sonoras orquestale­s completas. Su genio musical es parte de la narrativa de cintas como ‘Llueve sobre Santiago’, ‘Volver’, ‘Cuarteles de invierno’ y ‘El exilio de Gardel’. Asimismo, una versión de Suite Punta del Este, uno de sus temas más populares, suena en varias escenas de ‘Doce monos’ dirigida por Terry Gilliam y protagoniz­ada por los actores Bruce Willis y Brad Pitt.

Como parte de la celebració­n del centenario de su nacimiento, el viernes 5 de marzo, en el Teatro Colón de Buenos Aires, comenzó el ciclo de conciertos ‘Astor Piazzolla 100 años’ que se extenderá hasta el sábado 20 de marzo y que se puede ver en vivo y de forma gratuita vía ‘streaming’.

Por su parte, la Fundación Astor Piazzolla lanzó el sitio web Piazzolla 100, una plataforma digital en la que se puede encontrar desde fotos del artista junto a personajes como Jorge Luis Borges o Diego Maradona, hasta testimonio­s audiovisua­les de sus familiares y amigos cercanos.

Piazzolla murió en 1992, pero como herencia dejó temas imprescind­ibles del pentagrama mundial, entre ellos Primavera Porteña, Soledad, La Muralla China, Milonga en Re, Intro de Bandoneón, Zita, Whisky, Escolazo, Adiós Nonino y Michelange­lo 70.

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• Piazzolla comenzó a tocar el bandoneón cuando tenía 8 años. Una de sus maestras fue Nadia Boulanger.

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