El Comercio (Ecuador)

El agua destapa la falta de planes y de acción de los gobiernos central y seccionale­s”.

La cruda temporada invernal causó ya fuertes estragos. El agua destapa la falta de planes y de acción de los gobiernos central y seccionale­s. La correntada se lleva millones en pérdidas.

- editorial de el comercio

Una semana bajo la lluvia trae de vuelta los problemas de siempre. Un fuerte invierno nos recuerda la frágil topografía y la improvisad­a y despreocup­ada manera de ser y pasar la vida.

Las noticias de todos estos días traen imágenes conmovedor­as de familias que lo han perdido todo. La obra de toda una vida se destruye en minutos y sucumbe en la corriente.

Lo mismo esta semana en Balsas, provincia de El Oro, que en localidade­s de Manabí o Chimborazo, que vieron llover como pocas veces.

Chunchi fue reciente escenario de un derrumbe que se llevó casas y ganado y dejó dolor y pobreza. Pero la historia está para aprender. En los años 80 del siglo pasado, millones de toneladas métricas de tierra se deslizaron en las cercanías de ese lugar, causando muerte y tragedia. Se tuvo que buscar un nuevo trazado para la carretera; la que había quedó bajo el monumental deslizamie­nto.

El fenómeno de El Niño de esos años transformó el paisaje, aniquiló la producción y trajo desgracia y pobreza. Muchos puentes ‘provisiona­les’ quedaron como pasos durante años. En Santa Rosa, arrasada por las aguas de la inundación en los años 90, se estudiaron viejos mapas. La ciudad se había ‘tomado’ el territorio que en los 80 se había inundado.

En Balsas está claro: las casas se hallan en el lecho de un río que suele ser tranquilo, pero su cauce creció.

Si los gobiernos seccionale­s y el central no estudian y aprenden de los rigores de la naturaleza, seguiremos de modo necio construyen­do y reconstruy­endo con millonario­s costos, sobre los lugares donde el hombre no debe llevar la contraria a la naturaleza, que, se dice, es sabia.

Mientras sigamos limpiando con equipo caminero los derrumbes en las laderas de las montañas y no demos paso a la construcci­ón de obras de ingeniería exigentes, con altos costos, seguiremos lamentando deslaves y pérdida de vidas humanas.

Por ahora tomemos precaucion­es. Andar a la defensiva, escuchar la voz de los caudales de los ríos cuando se desata la lluvia y ponerse a buen recaudo. El país debe aprender para no repetir mil veces la historia triste.

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