El papa Francisco tuvo un día lleno de simbolismo en Iraq
Francisco se reunió con el líder espiritual chiíta y visitó Ur, donde se cree que vivió Abraham, patriarca del monoteísmo
El encuentro del Papa Francisco con el principal líder religioso chiíta, el ayatolá Ali Al Sistani, en Nayaf, era de los eventos más esperados en la gira de tres días que tenía planificada en Iraq. Yes que se trata nada menos de un gesto histórico en las relaciones entre la fe católica y la fe islámica.
No se permitió el ingreso de cámaras. El único registro fotográfico fue el momento en que el Pontífice llegaba a la modesta morada de Al Sistani, en uno de los barrios humildes de la ciudad de Nayaf, rodeado de las fuerzas de seguridad.
En un momento en el que está subiendo la tensión en el ya convulso Iraq, escenario en los años pasados del terror yihadista, el gesto del respetado Al Sistani recibiendo al Papa es un importante mensaje que invita a una convivencia pacífica.
En un comunicado distribuido por la oficina de prensa del Vaticano, se informó que el Papa subrayó “la importancia de la colaboración y amistad entre las comunidades religiosas para que, cultivando con respeto recíproco el diálogo, se pueda contribuir al bien de Iraq, de la región y de toda la comunidad”.
El encuentro, añade, sirvió para que el papa Francisco agradeciese al gran ayatolá “que levantase la voz en defensa de los más débiles y perseguidos, afirmando que lo sagrado es la importancia de la unidad del pueblo iraquí”.
Ambos, además, ofrecieron sus oraciones para un futuro de paz y de hermandad para toda la tierra iraquí, para Oriente Medio y para el mundo.
Por su parte el ayatolá, de 90 años, dijo que todos los cristianos, al igual que los iraquíes, deberían vivir en paz.
Al Sistani expresó al Pontífice, el primero que visita el país, su “preocupación de que los ciudadanos cristianos deberían vivir, como todos los iraquíes, en seguridad y paz, y teniendo todos sus derechos constitucionales”, según un comunicado emitido por la oficina de Al Sistani.
La vida de los cristianos no ha sido fácil en Iraq. Han sufrido desde hace décadas persecuciones, sobre todo por los miembros del Estado Islámico. Por eso, uno de los puntos de su visita es la ciudad de Qaraqosh, una urbe de mayoría cristiana, pero de la que debieron huir más de 150 000 habitantes cuando llegaron las fuerzas del Estado Islámico (EI).
Tan solo alrededor de cien personas estarán presentes con Francisco en la iglesia de La Inmaculada, que fue restaurada luego de ser quemada y convertida en un polígono por parte de los terroristas.
Los cristianos, yazidís, shabak, kakais y turcomanos son algunas de las minorías más destacadas que han convivido durante largo tiempo con los musulmanes en Iraq.
La mayoría de estos grupos, presentes en el país durante cientos y algunos incluso miles de años, viven en la provincia de Nínive, una zona de historia y cultura milenarias surcada por el río Tigris y situada a unos 400 kilómetros al noroeste de Bagdad.
Acostumbradas a la intolerancia y a los prejuicios, estas minorías han sido objeto de persecución por el imperio Otomano, el régimen de Sadam Husein, los terroristas de Al Qaeda, aunque la violencia contra ellos llegó a extremos desconocidos con los yihadistas del Estado Islámico.
Durante los cinco años de “califato islámico” en su territorio (2014-1019), el EI dejó un reguero de ejecuciones, decapitaciones, violaciones y otras brutalidades, que obligaron a los civiles a abandonar en masa sus hogares para buscar refugio en el Kurdistán.
Se estima que la cifra de cristianos en Iraq, en su mayoría caldeos y asirios, se ha ido reduciendo en los últimos años. En el 2003, se calculaba en unos 1,5 millones y en la actualidad el número es difícil de establecer, aunque antes de la irrupción del Estado Islámico había entre 400 000 y 500 000.
La mayoría se localizaban en Qaraqosh, Bertala, Al Kuir y Tel Kif, localidades todas ellas bajo el control del EI y a las que se estima que ha regresado hasta ahora menos de la mitad de los huidos.
En la tierra de Abraham
Ayer fue un día de encuentros cargados de simbolismo. Francisco llegó ayer a la ciudad bíblica de Ur. Se cree que fue el hogar del profeta Abraham, patriarca de las tres grandes religiones monoteístas del mundo y sobre el que se llevaban investigaciones arqueológicas desde el siglo XIX.
Ubicada en la provincia de Di Qar, en el sur de Iraq, la ciudad que se cree que vio crecer al profeta Abraham data de hace unos 6 000 años, según los historiadores, y es uno de los lugares sagrados más importantes para el cristianismo en la antigua Mesopotamia.
Allí, en un encuentro con los representantes de las otras religiones en Iraq, recordó las atrocidades cometidas contra minorías como los yazidíes.
Frente a la llamada casa de Abraham y el monumental Zigurat, un imponente santuario piramidal de origen sumerio, el papa Francisco aseguró que la ofensa más blasfema es profanar el nombre de Dios odiando al hermano.
“Hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso; son traiciones a la religión”, clamó Francisco.