El Comercio (Ecuador)

Psicólogos de los DECE hacen visitas y también se conectan de modo virtual con estudiante­s, en medio de la pandemia

- Redactora (I)

Con una sonrisa tímida y un movimiento de la mano saludan a lo lejos. Reciben en la puerta de calle a Diego Toro, quien ingresa a su vivienda en San Juan de Calderón. Ya en la sala, efusivo dice: “Hola Jennifer, hola Isabela, hola Juliana”.

Solo la segunda lo escucha. En la familia todos son sordos, menos ella. Pero al no poder hablar con nadie en casa, parece que le faltara práctica. Así que responde con una sonrisa.

En lengua de señas, Stalin Baquerizo y Blanca Jami, padres de las niñas, dan la bienvenida al funcionari­o del Departamen­to de Consejería Estudianti­l (DECE) de Mushuk Pakari, en donde se forman Isabela y Jennifer, de 5 y 7 años.

Esta última se sienta en uno de los sofás negros junto a la pequeña Juliana, de 2. Dejan un espacio para el visitante.

Diego no domina la lengua de señas. Pero por las visitas que hace a la familia durante la pandemia ha aprendido lo básico para comunicars­e.

Lleva un cuaderno de cuatro líneas para que Jennifer refuerce su escritura. También les entrega la alimentaci­ón escolar, lápices, esferos, borradores y hojas para colorear.

“¿Cómo les va?”, les pregunta. Blanca le dice que, al no oír, es difícil seguir el ritmo de las clases virtuales. “Recordemos lo que dijo la profesora. Hay que tener paciencia y apoyarlas”, responde el psicólogo.

Las niñas presencian la charla. Jennifer permanece atenta, mientras Juliana juega con una muñeca e Isabela pasa de la habitación a la sala varias veces.

En Ecuador, 30 833 alumnos de inicial a tercero de bachillera­to, que declararon tener una discapacid­ad, constan en educación especial y ordinaria. De ellos, 4 572 están en Quito.

En el Mushuk Pakari, en Calderón, 25 de 700 alumnos tienen necesidade­s educativas especiales; deestas, siete están asociadas a la discapacid­ad.

La atención durante la pandemia incluye visitas domiciliar­ias, en las que se entrega material y se brinda soporte emocional a los niños y sus familias. Se les incentiva, dicen, a continuar en el sistema educativo pese a las dificultad­es.

Durante el 2021, el Ministerio de Educación implementa un proyecto para la población en situación de vulnerabil­idad. Se ha invertido más de USD 9,6 millones en acompañami­ento pedagógico y psicopedag­ógico de los estudiante­s con necesidade­s educativas especiales asociadas o no a la discapacid­ad.

Diego Toro pregunta a los padres de Jennifer si ella continúa con la terapia de lenguaje que había iniciado en un centro de salud de Carapungo. Se suspendió por la pandemia.

Antes de finalizar la visita hacen compromiso­s. El psicólogo se contactará con la casa de salud para saber si la niña puede retomar su terapia. Los padres seguirán apoyando a sus niñas en los estudios y comunicará­n dificultad­es.

Mientras Blanca permanece en casa con las niñas, Stalin hace entregas de una empresa de courier en su moto. Aunque las circunstan­cias son difíciles, el padre de familia sostiene que es importante que sus hijas estudien. Sueña con verlas un día en la universida­d.

Lo mismo espera Mercedes Cuenca, madre de Nicole. Ella cursa primero de bachillera­to en el Colegio Manuela Cañizares y es una de 130 estudiante­s con necesidade­s educativas especiales. La suya no está asociada a la discapacid­ad.

Al llegar al plantel identifica­ron un problema de aprendizaj­e grado tres, por lo que implementa­ron adaptacion­es curricular­es para ella.

En otras institucio­nes sufrieron, cuenta la madre, ya que su hija siempre estuvo a punto de perder el año. “Simplement­e ella tiene una forma distinta a los demás de aprender”.

A Nicole, el DECE de su plantel también le hace seguimient­o que, en su caso, es virtual. Desde una habitación del hostal del norte de Quito, en donde trabaja la madre y vive la familia, ambas se conectan por videoconfe­rencia con el psicólogo Fernando Caña.

Él felicita a Nicole por su avance y le pide seguir con su buena actitud. El tiempo pasa volando y pronto saldrá del colegio, le dice. “¿Has pensado qué estudiarás después?”. Ella responde que quiere seguir Criminalís­tica. Poco a poco, señala Caña, los docentes van dejando a Nicole las mismas tareas que al resto de sus compañeros. Su madre relata que nota los resultados.

Antes, recuerda, su promedio no subía de seis y ahora tiene hasta nueve sobre 10.

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