Claudio Villanueva se recupera de las lesiones y se alista para competir en parís 2022
El marchista se rehabilita en Quito tras competir en Tokio. Buscará ir a París 2024 para cumplir el sueño de Luis Chocho.
ATokio ya llegó lesionado, pero pensó que con su espíritu y corazón podría competir y hasta ganar una medalla. Así es Claudio Villanueva, el marchista que fue calificado de héroe por terminar 47 en la prueba de los 50 km marcha en los Olímpicos, casi caminando.
Él no es de los que se rinde fácilmente. Uno de sus lemas es: “lo que empiezo, siempre tengo que terminarlo”. “Eso me lo enseñaron mi padre Paulino y mi entrenador Luis Chocho (fallecido de covid)”.
Su sueño era ganar una medalla, darle un homenaje a su entrenador que había confiado en sus cualidades, con el que había subido a las montañas del Cajas, Cuenca, Gualaceo, Paute, Tarqui…
Por eso se había guardado por varios meses (de marzo a julio) la información de sus lesiones. Hasta que recurrió a Augusto Morán, expresidente del COE, para informarle. El directivo lo llevó a Guayaquil y trató de recuperarlo, con la ayuda de los médicos y fisioterapeutas.
Claudio, a sus 33 años, se resistía a retirarse antes del viaje a Tokio. Chocho, que falleció el 17 de febrero, confiaba en sus cualidades y la preparación que había realizado en los últimos años. Su mentor solía decirle: “Calita (apodo del atleta), usted va triunfar en Tokio”.
Chocho era su mentor y confidente. El agradecimiento al entrenador es eterno porque también comprendió la crisis económica por la que atravesaba Villanueva en el 2017. No tenía ingresos adicionales de las organizaciones deportivas. “Le fui a rogar a la casa para que me diera permiso por cuatro meses. Las deudas me estaban ahogando. Decidí irme a trabajar a Nueva York”, reconoce.
Villanueva laboró cargando piedras de mármol, mesones… a pie y por ascensores en edificios. Allá tuvo el apoyo de
Antonio Flores, un primo, que emprendió su propio negocio. “Trabajé día y noche. Subí 20, 30 y más pisos, pero logré reunir dinero y salir de mis apuros económicos; después volví a entrenarme a Cuenca”.
Claudio es sencillo. No se avergüenza de los trabajos que tuvo. También fue taxista en Cuenca y laboró en restaurantes cuando vivió en España.
La conexión de Villanueva con los Chocho los llevaba a reunirse en un rancho que tenía esa familia en las afueras de Cuenca. En febrero recayó el entrenador con covid. Y Villanueva viajó a España para buscar la marca para ir a los Juegos de Tokio.
“Él (Chocho) murió sabiendo que puse la marca y que gané la competencia en España”, reconoce Villanueva, que empezó en la marcha a los 17 años, tras escuchar a su mentor en una conferencia que dictó en el colegio que estudiaba.
Ahora Villanueva se pasó a vivir a Quito por tres meses. Llegó con su familia, la cual se quedó dos semanas, pero se volvió a Cuenca. Vive en un hotel, cercano a las instalaciones del Ministerio de Deporte, donde realiza una parte de su rehabilitación. Pasa de 07:30 a 16:00 entre manos de fisioterapeutas y médicos.
Sus lesiones son crónicas, que pudieron terminar con su carrera sino se las trataba. Le diagnosticaron lumbalgia, tendinitis y bursitis en las dos rodillas: “Tenía distensiones en los músculos isquiotibiales. Ya no me acuerdo del número de lesiones”, reconoce.
A Claudio le retumban permanentemente las palabras del entrenador fallecido: “La única medalla que me falta es una de Juegos Olímpicos y esa me tiene que dar usted”.
Y por eso sueña con ir a París 2024 e intentar obtener esa medalla que planificaron con Chocho. Y también darle un tributo a su papá (Paulino), al que vio por última vez el 28 de febrero del 2007.
Aquel día, su papá (que tenía 79 años) le había hecho el almuerzo y salió de su casa, sin rumbo. Claudio salió a buscarlo, pero no lo encontró. “Aún me aferro a encontrarlo”, dice en voz baja y con ojos llorosos.
Se quiere recuperar lo más pronto para volver a los entrenamientos. Su plan es competir en el 2022 en los campeonatos nacionales de marcha, Juegos Bolivarianos, sudamericanos y dos mundiales, y llegar a
París en el 2024.
Su familia (esposa y dos hijos) viven con su mamá en Cuenca. Uno de ellos, Santiago, tiene parálisis cerebral. A él, a los 15 días de nacido, le daban pocas probabilidades de vida, pero han pasado seis años y el niño, ahora con ceguera, se convirtió en otra de sus motivaciones.
Por eso para Claudio entrenar 50 km al día no es nada comparado con el esfuerzo que hacen las personas con discapacidades y sus entornos. “Para mí, 50 km son más fáciles que las historias de las personas con discapacidad”.