Estación Las Delicias
¿Chatarrización de trenes “viejos” en Ecuador? Miré las noticias de hace algunos meses y me resultó difícil el suceso, y, sin mayor consecuencia; el olvido colectivo se reprodujo. Un poco más adelante constaté la ausencia de algunos negocios en Alausí, centro de la red tranviaria del país. El desinterés por ciudades y regiones que no dan votos impide la real acción de los afectados. Una vez más dejamos al abandono una forma de transporte que no solo debía ser activado para el turismo sino para carga pesada; nos damos el lujo de perder lo que con tanto esfuerzo construimos. Sociedades pobres no solo en recursos financieros, sino en reflexiones y acciones sesudas y responsables.
Y continué mi visita al Museo Nacional del Ferrocarril en Madrid, ubicado en la estación Las Delicias -la más antigua (1880)que conectaba a la capital con Ciudad Real. Había elegido ir con cierta reticencia, prevenida de aquellos museos para ingenieros industriales, crípticos, que generan los espacios públicos muy especializados. Nada más entrar a la bellísima estación de pasajeros de hierro y cristal, supe que era diferente; resultaba sobrecogedora la experiencia de ver en vivo y directo máquinas a vapor, a diésel -blindadas para la Guerra Civil- o eléctricas y modernas y de alta velocidad, para entonces, como el Talgo. Constaté que para fines del siglo XIX la inmensa red de líneas cruzaba
España de cabo a rabo; por razones políticas concluía en los Pirineos, macizo que le divide de Francia.
El tren parece ser un pretexto para comprender el tipo de movilidad que se genera en un país: alcanzar depósitos de minas (de carbón u otros), movilizar tropas, trasladar frutos y mercancías, entre tantos más. Y detrás de ello una población de miles de obreros que abren ruta y construyen las rieles a costa muchas veces de sus propias vidas y del cambio de residencia como sucedería entre 1930 y 1950. Y menos visible: los sindicatos y las huelgas, la demanda por vivienda social y el mejoramiento de los espacios de trabajo, y nuevas escuelas para su descendencia, y reglas de urbanidad y cristianismos sociales.
Impresionante el cúmulo de conocimiento que arrojan los fierros, los travesaños, las estaciones, los patios de maniobra, y los relojes y el manejo del tiempo, las transformaciones urbanas en las áreas donde opera/ ba el tren. En este año, el Año Europeo del Ferrocarril, cada lugar ha creado juegos interactivos, recorridos en vivo como el de la Fresa (entre Madrid y Aranjuez), o programas educativos para jóvenes y mayores. Ahora se preguntan por las emisiones nocivas de carbono y proponen a nivel europeo un cambio importante que les permita entrar en una bio regeneración. Es decir, re-inventarse, no chatarrizar, ni olvidar, ni mandar todo al traste.