El Comercio (Ecuador)

La exacerbaci­ón puede sacar el peor lado de nosotros

La polarizaci­ón, que ya era algo serio en el país, se puede agravar con discursos y acciones de odio. No se puede avalar ni el racismo ni un golpe de Estado.

- Vicente Albornoz Guarderas Columnista

Con el diálogo prácticame­nte roto entre el Gobierno y el movimiento indígena, con una Asamblea Nacional que debate si se destituye al presidente Guillermo Lasso, con las movilizaci­ones de protesta aún de pie, por otra parte las marchas contrarias en nombre de la paz y el derecho al trabajo, el panorama no luce prometedor. Bien pudiera llegar el diálogo, se pudiera resolver el problema inmediato y, en el más exagerado de los casos, aceptar sin reparos las 10 demandas de las Conaie y los indígenas regresen a sus territorio­s, pero las heridas quedarán. Y no serán fáciles de sanar. Ya el país venía con una fractura por lo ocurrido en octubre de 2019, cuando la capital fue sitiada y se vivió un nivel de violencia nunca antes visto con los enfrentami­entos entre la Policía y los manifestan­tes. Luego la pandemia afectó profundame­nte el modo de vida y las esperanzas de la mayoría de ecuatorian­os.

Siempre hay que considerar que las demandas históricas de los indígenas son legítimas. Ecuador es un país plurinacio­nal, según su Constituci­ón; y el Estado debe tener políticas que vayan en su beneficio, así como para todos los ecuatorian­os. Sin embargo, la lucha por esos derechos no puede atentar contra los demás ni tener una agenda de desestabil­ización de la democracia.

Igualmente son legítimas las marchas por la paz. Aquellos ciudadanos también están en todo su derecho de exigir la pacificaci­ón de país y hasta reclamar a la Conaie para que revise sus posiciones y acuda al diálogo. Pero no son deseables tampoco las expresione­s racistas hacia los indígenas.

Ya han pasado 13 días del paro liderado por la Conaie que, al menos en tiempo más no en intensidad, supera al de octubre de 2019. Hay un país entero que está sufriendo por una disputa de la que difícilmen­te saldrá algún victorioso. Más bien, todos los ecuatorian­os perdemos. La polarizaci­ón en el país ya era algo serio y este conflicto puede exacerbar de tal modo los ánimos que se radicalice­n los discursos de odio en ambos bandos y saque a flote nuestros mayores males, que han sido ocultados o frenados por las leyes. Y eso no conviene a nadie en este Ecuador.

“Vivimos esa sensación de enorme arrepentim­iento que viene cuando uno se da cuenta que el bienestar del pasado era un espejismo”.

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