La excusa perfecta
El próximo gobernante, cualquiera sea el elegido, tendrá básicamente que administrar la escasez. No tendrá dinero para nada y quizás, siendo un mago, tendrá para lo básico. Pero no dispondrá de lo que se requiere para asegurar un mínimo bienestar sencillamente porque la economía está caída. La pandemia ha arrasado con todo: con negocios, con empleos públicos y privados, con recaudaciones y hasta con los precios internacionales de los productos exportables. Hay excepciones, claro está, como el sector farmacéutico, insumos médicos y el de alimentos. Pero fuera de estos sectores, y según la Cámara de Comercio de Quito, la pérdida total del país por efecto de esta pandemia podría ascender hasta los 24 mil millones de dólares. Entonces, poner otra vez de pie a la producción del país y aspirar a llegar solo a los niveles pre-pandemia, que por supuesto estaban lejos de ser los óptimos, será un desafío enorme, descomunal, que demandará mucha imaginación, creatividad y sacrificio para cualquier gobernante. Con este telón de fondo, que, como se ha dicho mil veces, será de crisis profunda, Manabí hace frente a las elecciones. Por tanto, si damos por sentado que el próximo gobierno va a vivir con permanente escasez -nada aparecerá de la noche a la mañana-, si tendrá, en consecuencia, que sortear, analizar y resolver problemas económicos de envergadura y si además tendrá que dar la cara a los conflictos políticos que siempre están presentes independiente del estado del país, me pregunto: ¿en qué parte de la agenda del próximo gobierno estará Manabí y sus problemas? Francamente, creo que si uno de los nuestros, de aquí, de Manabí, no está en una alta posición, donde se toman las grandes decisiones, seguiremos como siempre: rogando al gobierno de turno que nos mire, que nos comprenda y finalmente nos atienda. De manera que la excusa perfecta para mirar desde lejos a Manabí y sus problemas será la escasez originada por la crisis de la pandemia y se llenarán la boca los gobernantes para decir “no tenemos recursos aunque sí buenas intenciones”. Entonces, la probabilidad de que Manabí quede relegada, a la zaga de la lista de prioridades, es sumamente alta. Esta es, pues, una razón más para que toda la provincia se consagre y cierre filas para elegir a uno de los nuestros, a la más alta magistratura del país. Alguien que no esté manchado por un pasado turbio pero, eso sí, comprometido con el progreso de Manabí.