Principios antes que ideologías
¿ Por qué la moral y la ética se volvieron conceptos tan distantes? Tal vez porque se banalizaron, y la mejor explicación nos la resume la frase atribuida al humorista Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no le gusta, tengo otros”. Más allá de la ironía, es evidente que, con la mercantilización de la política, los principios –comprendidos como un conjunto de parámetros universales dirigidos a orientar la vida de una sociedad- y los valores –entendidos como las guías que definen el comportamiento de los individuos- se volvieron funcionales a las ideologías, a esas estructuras inmensas que heredamos de un mundo marcado por la post Guerra Fría y que nos obligan a ser capitalistas o comunistas, o más a lo latinoamericano: de izquierda o de derecha. En medio de una democracia que permite que se ventile la corrupción en todas sus formas, amparadas bajo la bandera del populismo y la demagogia, en donde los capitalistas usan el discurso socialista y los socialistas viven como capitalistas, el sistema persiste en su discurso maniqueo. Como si nuestra escala de valores éticos y morales estuviera condicionada a las “posturas ideológicas”, al punto que todo se resume a un sencillo apotegma: el otro, el enemigo, está equivocado, y yo en lo correcto. Hoy el conflicto político posiciona el miedo al fantasma del comunismo, en un mundo irreconciliablemente capitalista. Tal es así que inclusive las potencias están migrando a un sistema que llaman capitalismo de Estado, mismo que en China ampara una nueva clase media con ingresos comparables a los norteamericanos (entre US$35.000 y US$45.000 anuales), que se espera ascienda a mil millones de personas en el 2030. ¿Clase media en el comunismo? Estamos en el medio de una creciente confrontación de dos potencias y dos sistemas obsesionados por ganar mercados y generar recursos, en lo que parece más una disputa comercial y de intereses mercantiles antes que una confrontación ideológica. Y con nosotros en el medio, anquilosados en el discurso politizado y anacrónico: ¿comunismo o capitalismo? Deberíamos cuestionarnos si el Japón de la postguerra o los países nórdicos de Europa habrían podido desarrollarse sin aplicar, con verdadera convicción, principios y valores sociales de los que estaban convencidos, tales como la honestidad, la solidaridad y el trabajo en equipo. Tal vez sea momento de rebasar las viejas ideologías y preguntarnos cómo esos mismos valores son capaces de inspirar grandes transformaciones y guiar los objetivos nacionales en un mundo dominado por la tecnología y el comercio.