CELEBRÓ LOS 89 EN SU PUESTO DE TRABAJO
ARTESANO. EL POPULAR MAESTRO CANO SIGUE CONFECCIONANDO LOS PANTALONES A LA MEDIDA, COMO DESDE AQUEL DÍA DE 1956.
Mientras corta la tela o pedalea su máquina Singer, don Ramón Cano tararea uno de los éxitos de su época, la de la juventud.
Tiene 89 años y con una precisión de cirujano y una permanente alegría juvenil pega la puntada en el borde de la tela. Responde las preguntas sin mirar a la persona, pues la insólita concentración que tiene, le permite confeccionar pantalones de medidas justas.
Don Ramón Cano Franco, conocido simplemente como “el maestro Cano”, llegó el 5 de noviembre a los 89 años. La celebración lo tomó como siempre: optimista, sentado frente a su vieja y leal máquina de coser.
Es una Singer original. Nadie se atreve a definir de qué año es, sin embargo aún conserva, y así lo utiliza, el sistema de pedales y resortes de cuando no había electricidad y cuya potencia la genera la persona con sus dos piernas.
Don Ramón nunca quiso pasarse a sistemas más modernos, pues los exquisitos acabados los logra en esta máquina, cuya moldura de madera original se mantiene casi intacta con su color amarillo.
Las románticas cajoneras que servían para guardar el hilo, las tijeras o el aceite para lubricarla, permanecen sin cambio, así como las partes metálicas de un hierro que infunde respeto. Es como ver una pieza de museo, pero en franco funcionamiento.
INICIOS. Don Cano cuenta que empezó a trabajar como sastre cuando tenía 25 años y desde entonces no ha parado en su labor. Una de las claves para su éxito es que no se enoja, y ni siquiera la elevada presión arterial ni un glaucoma lo han detenido. Su desbordante optimismo le permite confundir sus dolencias de octogenario y se mantiene trabajando en el portal de su casa, en la ciudadela Margarita, a donde llegó cuando la zona era un lodazal y ahora es un sector de calles asfaltadas y con mucho dinamismo comercial.
Este artesano recuerda que aprendió el oficio de su tío Arturo Cano, quien tenía una sastrería en el centro de la ciudad. Luego él se independizó y se instaló en la calle 18 de Octubre y Pedro Gual, en pleno casco comercial.
Por su sastrería pasaban estudiantes, políticos, médicos y funcionarios que requerían sus pantalones. El maestro Cano no se anda por las ramas y su palabra es una firma, por eso se compromete a entregar los pantalones en 24 horas. Dice que para él ya es fácil esta labor, pues 64 años de experiencia lo avalan.
PANDEMIA. Por ahora los clientes han disminuido. El reconocido sastre considera que se debe a que muchos optan por comprar pantalones chinos, que en ocasiones no se ajustan a sus tallas, y finalmente la pandemia del coronavirus, que hace que las personas ya no salgan de sus casas.
Aun con todo esto, él sigue allí, inclaudicable, a la espera de sus clientes, aunque es consciente de que unos ya nunca volverán.