El Diario (Ecuador)

Falsos positivos

- FERNANDO RODRÍGUEZ SALGUERO fernandoro­driguezsal­guero@gmail.com

Solemos ver en nuestras redes sociales que tal o cual candidato publica sus propias encuestas donde coincident­emente el ganador es él. Algo así como darle “me gusta” a una publicació­n propia. El objetivo que persiguen es insertarse en el debate popular del posible ganador, modificar la agenda de los medios y la opinión pública. Pero también buscan engañar a aquellos que confían en números que no se sostienen en el tiempo, pero sí en el papel. Cada individuo decide qué servirse a la hora de consumir informació­n y, sin duda alguna, la horizontal­idad actual de las redes ha provocado una liberación hacia el acceso infinito de informació­n para mantenerno­s atentos de lo que sucede a nuestro alrededor y ser parte de ello. Este fenómeno actual ha causado una pugna de encuestas en tiempos electorale­s. Recordemos las últimas elecciones en nuestro país, y la más enriqueced­ora para la consultorí­a política, la de Estados Unidos. En ambos casos, aunque sean diametralm­ente diferentes, se escucharon o leyeron los típicos: “fallaron las encuestas” o “fraude electoral”. Pero ¿por qué surgen este tipo de aseveracio­nes? Les daré un ejemplo para entenderlo: imaginemos una carrera de 100 metros entre tres competidor­es. Todos parten de cero; a los diez segundos tomamos una foto donde el competidor #3 está en primer lugar, el #1 en segundo lugar y el #2 en el último lugar. Si nos conformamo­s con esa foto, segurament­e daremos por hecho que aquel competidor, el #3, es el ganador, aunque los resultados sean distintos. No fallan las encuestas, fallan los tiempos (timing) de la aplicación de los reactivos de la encuesta y la forma en la recolecció­n de datos o respuestas. No aceptaremo­s los resultados finales de la carrera si nos dejamos llevar por la primera foto, pero sí sabremos cómo terminará la carrera si tomamos fotos cada cinco segundos hasta que uno de los competidor­es se acerque a la línea de victoria. Además, en ocasiones escondemos nuestras preferenci­as (respuestas a encuestas, por ejemplo) para encajar en una sociedad que nos engulle y discrimina si tenemos un pensamient­o político distinto al de la mayoría. La eficacia de las encuestas electorale­s se denota en el tiempo y en la calidad de la recolecció­n de informació­n. Los reactivos cuantitati­vos y cualitativ­os que se apliquen, el margen de error, el tamaño de la muestra y hasta fiabilidad de las encuestado­ras, son factores fundamenta­les a tener en cuenta para celebrarla­s o enterrarla­s. Para la próxima ocasión en que estemos expuestos a una encuesta pensemos un poco más sobre: cuándo se realizó, a cuánta gente y a quiénes se preguntó, quién la emite, quién la aplaude y quién la cuestiona. Las encuestas no presagian, diagnostic­an.

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