¡Yo sí me vacuno!
Janeth Parker fue la última persona que falleció por viruela en 1978; esta inglesa fue una fotógrafa médica que se contagió accidentalmente al manipular el virus en un laboratorio. Afortunadamente el virus de la viruela ya es historia, pues fue declarada erradicada por la OMS para 1980. Es justo en ese país, Reino Unido, donde hace pocos días Margaret Keenan, una mujer de 90 años, se colocó la primera vacuna para el SARS-COV2, virus que en los últimos meses ha hecho temblar el curso de la humanidad. El laboratorio que produjo esta vacuna lo hizo en apenas diez meses, tiempo récord para elaborar un producto de esa envergadura. De este avance tecnológico empezó a hacerse beneficiaria también la población estadounidense. A pesar de este paso importante, empiezan a salir voces de desconfianza, incertidumbre y de pesimismo. Ya hay quienes ponen en duda la eficacia de dicha vacuna llamando a la población a no colocarse la “inyección de inmunidad”. Probablemente es cierto que llame la atención el tiempo veloz de elaborar esta vacuna, aunque también es verdad que la compleja situación en que la humanidad se desenvuelve hizo que el equipo humano, los recursos económicos se multipliquen para avanzar con mayor rapidez. La eficacia de la vacuna está comprobada, lo que está por verse son los efectos o reacciones adversas a largo plazo. De todas maneras en salud, donde no todo está dicho con certeza, se evalúa muchas veces en la práctica diaria la pertinencia del riesgo/beneficio. La vacunación es, sin duda alguna, mucho más beneficiosa que no colocársela. Por otro lado, las autoridades ecuatorianas de salud, que acaban de aprobar la vacuna de Pzifer-biontech, deberán tomar con responsabilidad y mucha precisión técnica la logística para cuando el producto llegue al país, dejando de lado las prácticas de desparpajos a los que nos tiene acostumbrada su gestión. Cabe recordar que más allá de intereses políticos, económicos o del juego peligroso de la geopolítica a la que nos quieren llevar ciertos actores políticos estadounidenses, rusos y chinos, no se puede negar que cuando la humanidad coloca a trabajar sus neuronas para el bien, el producto es sin duda fructuoso. Por ahora la benemérita anciana Margaret se encuentra saludable y acaba de cumplir 91 años y expresó sus esperanzas de pasar con su familia en estas fiestas, esperanza que los ecuatorianos tampoco podemos eludir.