Bisílabos
Sentir miedo es un mecanismo inherente al ser humano. En marzo sentimos miedo. Hoy, después de meses, nuestros sensores lo han amainado a causa de una esperanza que se mantiene congelada a -70 °C. Sin embargo, más allá de ser una noticia alentadora, para muchos el umbral de miedo aún persiste. Miedo a lo desconocido, a lo perfecto, a lo posterior, a su efecto. Nos gusta contar y oír historias en las que el más débil es el que gana. Pero no hay justicia en la historia, como probablemente tampoco la habrá después de superada la pandemia. Lo cierto es que todo en cuanto a este virus nos sigue sorprendiendo como nuestra capacidad de enfrentarnos a él. Hay dos palabras que me gusta que sean nombradas: fuerte y débil. Son bisílabos carentes de significancia en nuestro siglo. Formas subjetivas y culturales de expresarnos. Para mí, fuerte me parece la madre y el padre que despiertan antes que asome el alba para trabajar y al final del día alimentar a los suyos. Fuerte es la madre, el padre, el hijo, hermano, amigo que no abrazan a quien aman por miedo al contagio. Fuerte son ellos que dan y reciben en silencio: nuestros médicos, enfermeros y todos quienes están en frente de esta batalla. Y ¿débil? El sujeto que irrumpe las normas que buscan el bien colectivo. Ojalá que la historia se escriba y se cuente en agradecimiento a los fuertes. Somos seres que evolucionamos constantemente en base a nuestras decisiones. ¿Y tú de qué lado quieres estar?