El acoso descontrolado
Hay muchas formas de acoso. En lo personal debo decir que he recibido microbullying en comparación con lo que observo cada día; además, soy una convencida de que en mi casa me criaron para que me resbalen los comentarios ofensivos. Esto no significa que no me interese el tema. Más bien me importa mucho porque veo que detrás de cada acosador hay un ser pobre en amor, sensibilidad y formación. El acoso hay en la calle, en las escuelas y colegios, en las redes y a veces en los mismos hogares. Los casos más exhibidos están en las redes, que supuestamente están para socializar, aunque el problema no nace allí, pero sí se desarrolla cada día. Te hacen acoso por bajo, obeso, alto, feo, guapo, extranjero, famoso, humilde, con discapacidad, por ser feliz, infeliz; por enfermedades, por querer a los animales, por las relaciones amorosas, en fin, es un tema infinito. Esta semana que pasó fue tendencia en Twitter una supuesta infidelidad y la gente opinó lo que quiso. La minoría pidiendo apoyo y respeto, y la mayoría escribiendo palabras ofensivas, como si hicieran un chiste. Leo mucho a quienes creen que las personas con obesidad romantizamos el tema, sin imaginar lo que cada persona vive por su salud interna, situación física, económica, social. Hay que ser más empáticos. No digo que no leamos, o nos riamos de cosas jocosas, o nos interesemos en un tema, pero de ahí a ser morbosos, acosadores, y que compartamos nuestras “geniales” ideas es otra. Las cifras son preocupantes. Un estudio del Ministerio de Educación (2017), con el apoyo de la UNICEF, dice que uno de cada cinco estudiantes entre 11 y 18 años ha sido víctima de acoso escolar en Ecuador. También la ONU publicó un estudio de la UNESCO -realizado en 144 países- que revela “la magnitud del problema, ya que cerca de uno de cada tres estudiantes de todo el mundo declaró ser víctima de acoso durante el mes anterior”. Miles de niños, niñas y adolescentes han sufrido violencia sexual en las instituciones educativas de Ecuador desde 2014, dijo Human Rights Watch en un informe publicado recientemente. Los números siempre preocupan, pero cada ciudadano debe hacer una reflexión interna sobre su forma de proceder y preguntarnos en qué fallamos, en qué podemos mejorar para ser personas más comprensivas. Es difícil erradicar un tema tan profundo, pero insisto en la necesidad de trabajar en casa, con los hijos, interesarnos en sus amistades, en lo que publican en sus redes sociales, en sus pensamientos, respetando sus ideas, pero invitándolos a informarse mejor antes de tomar posiciones radicales cuando recién están creciendo. No olvidemos que este mundo es redondo. Y muchas veces lo que hablamos nos hace callar.