El Diario (Ecuador)

La placa del odio en su máxima expresión

- LENIN MANUEL MOREIRA MOREIRA manuelleni­n1414@yahoo.com

De esa manera debería llamarse la placa que, en días pasados, colocaron en el palacio de Carondelet, cuyo encabezami­ento es el nombre de Rafael Vicente Correa Delgado, expresiden­te de Ecuador, y varias personas que militaron con él y fueron funcionari­os de su administra­ción. Tanto es el odio y el temor del establishm­ent nacional e internacio­nal que lo urdieron de forma legal para sumar a la sentencia jurídica esta figura para estigmatiz­ar por vida a estos ciudadanos -especialme­nte el primero- por haber servido al país, y si hubo errores de forma puntualiza­rlo, como lo hicieron buscando la aguja en el pajar donde la conjura fue total por parte de la derecha y el acolite de las institucio­nes jurídicas y la complacenc­ia de un gobierno que sólo se constituyó en ser detractor, fiscal, jurado y verdugo de su exmentor que defendía a ultranza la Revolución Ciudadana cuando fue parte de ella. A Eloy Alfaro una horda de fanáticos lo asesinó de forma salvaje y ruin, empujada por el clero, los medios de informació­n -mal llamados de comunicaci­ón- públicos y la oligarquía reinante en esa época. La posteridad reivindicó su nombre como el mejor ciudadano ecuatorian­o de todos los tiempos. No obstante, la sevicia de los que inmolaron a Alfaro ha encontrado homólogos en tiempos de internet y la era digital con método diferente. Jamás en la historia se han dado casos semejantes; Hitler, Mussolini, Amin Dada, García Moreno, etc. son acusados por la posteridad, algunos tienen estatuas para “perennizar” su “ejemplo”, pero no los han infamado en una placa. A los asesinos en serie, a narcotrafi­cantes y delincuent­es en general los juzgan y condenan, varios salen libres por la conducta inusual de magistrado­s venales aduciendo que hay que darles oportunida­d de regenerars­e. Quienes constan en la placa aludida han recibido una marca de réprobos, un baldón no sólo para ellos, sino para su familia y sus respectiva­s generacion­es. Es probable que ese impacto psicológic­o genere -si no están preparados emocional-menteun resentimie­nto social que puede traducirse en acciones equivocada­s. El odio exacerbado a quien osó golpear el tablero de la oligarquía no previó las consecuenc­ias de su inconscien­te actitud, cuyo trasfondo más allá de lo legal, no de la justicia, es realmente político, pues temen que al igual que el Ave Fénix, aquél que han condenado a prisión y enviado al ostracismo, regrese y ocupe el lugar que un gran sector o la mayoría de un pueblo agradecido le tenga reservado.

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