¿Cómo aparece lo increíble?
“Esto no es Estados Unidos”, alegó una senadora al vivir el asalto a su Capitolio; “parece Bogotá”, exclamó otro senador despistado; una “república bananera”, replicó un expresidente... en fin: no puede ser verdad lo que estamos viendo, repetiría todo el planeta. Al decir mi verdad, en 1986, siendo estudiante en París, veo por TV unos tanques que avanzan hacia un palacio en llamas y lo primero que se me ocurre es que están asaltando alguna “pobre nación centroamericana”; la bandera de Colombia referenciando la noticia me puso los pies en la tierra. ¿Cómo aparece lo increíble? Quizá lo increíble e inédito tenga que ver con aquello que irrumpe dramáticamente contra lo esperado. Contra lo que algunos escriben, que era de esperarse, es un hecho fabulosamente inédito. Antes que todo, no puede verse por fuera de la pandemia, ese traumático episodio humano, inédito también, que nos ha llevado a las más histriónicas conductas sociales, como andar por las calles enmascarados y ni ocurrírsenos tocar al otro. La nación más asediada por la pandemia no era ajena a producir monstruos en ese contexto, y las imágenes del ataque son un teatro del disparate, la tragedia vista desde la comedia. Un hombre con cuernos y trajes primitivos, tatuado en todo el cuerpo, grupos sin destinos precisos envueltos en banderas nacionalistas y de supremacías gritando ‘USA, USA’, especie de seres trogloditas que no entran por las puertas, sino que se trepan como arañas por los muros hasta ingresar y ocupar la silla de los senadores, escenifican el drama presente de una nación. La lista de increíbles en las postrimerías de la pandemia es larga. El presidente de la nación más poderosa de América Latina no acredita la realidad del virus, pero declara que su país por sus efectos “está quebrado”; la alcaldesa de una de las capitales más importantes de la región se va de vacaciones justo cuando el pico de la pandemia aumenta; son apenas ejemplos de lo increíble que aparece fantasmalmente, dejando residuos de una realidad que se les escapa. ¿Qué fuerzas ocultas hacen que gobernantes actúen de este modo limítrofe? La pandemia y alguna característica de sus personalidades han permitido que emerjan las más hilarantes figuras; no son propias de una modernidad futura, sino de lo que hace la posmodernidad, hurgar el pasado ideal para soportar lo que no han podido en el presente. Y ese desfase de tiempos produce risa, también miedo.