Costosa prevención de Fusarium
Los cultivos de banano y plátano, parte de las musáceas comestibles, están seriamente amenazadas en el país por la existencia comprobada de dos focos infecciosos, el uno un poco mas distante en la Guajira colombiana; y, el otro prácticamente en las narices ecuatorianas a solo 258 kilómetros en Sullana, Perú. La permeabilidad de ambas fronteras, más de la peruana, de imposible control al paso del hongo adherido en partículas de suelo y vegetales, no llamaría a sorpresa que en cualquier momento contamine las plácidas y vigorosas plantas en territorio nacional. El Gobierno, aun en su vergonzosa retirada, sigue sosteniendo que todo está bajo control, que ha construido con su mentirosa eficacia un blindaje a prueba de todo ataque, que nadie acepta, siempre y cuando se apliquen medidas de altos costos que nuestros agricultores no están en capacidad de asumir siguiendo las normas y recomendaciones que se emplean en Colombia, por ejemplo. Una reciente publicación que recoge una presentación de un empresario colombiano, confirma que ha logrado evitar la contaminación de su finca por el hongo, realizando una inversión que sobrepasa 1,5 millones de dólares, sin contar lo que tiene que asignar para el mantenimiento cada año. Pensar que los bananeros y plataneros ecuatorianos puedan absorber semejante gasto, es imposible, agravado con el incumplimiento en el pago mínimo de sustentación, que jamás se honra. El foco infeccioso peruano es mucho más peligroso para Ecuador, no solo por la cercanía, sino porque las fincas son tan pequeñas como sus vecinas ecuatorianas, sin linderos precisos, sin drenajes adecuados, con riego por gravedad que facilita la propagación, porque los límites fronterizos tienen muchos pasos clandestinos para el cruce de personas, semovientes y vehículos, siendo lo más peligroso el hecho aún no comprobado por nosotros, que hasta hace poco se exportaba banano peruano por Puerto Bolívar, es decir, atravesando el carguío por el propio corazón de la “capital bananera del mundo”, pudiendo haberla afectado sin remedio. Una vez creemos que la única solución para salvaguardar esta riqueza nacional, básica para la economía y el trabajo, es encontrar una variedad resistente que fatalmente no muestra el mínimo indicio que se la esté buscando con la premura que la urgencia reclama, quedando la esperanza de que los nuevos conductores de la patria asuman este problema con el fervor y convicción típico de los consagrados investigadores.