¡Padre Almeida! ¿Hasta cuándo nuestros puentes?
Los manabitas, ecuatorianos y extranjeros cada vez que cruzamos los puentes de nuestra geografía que nos permiten vencer los abismos, evocamos al inquieto Padre Almeida por las reiteradas acciones y omisiones de funcionarios nacionales, provinciales, cantonales y parroquiales que han permitido el deterioro peligroso de estos elementos básicos para la movilidad cotidiana.
Yendo hacia Jipijapa con el distinguido licenciado Juan Marlon González Morán, añoramos al fabuloso personaje Toni el Suizo para que les inyecte a los dormilones el brío y el verdadero amor a nuestra tierra. Los puentes deben ser ideados y construidos con buena fe, honestidad y visión futurista.
Un cartel demagógico e irónico en el puente caído de la vía Colón-quimís reza: “Peligro, reduzca la velocidad”. Nuestros puentes desde hace varias décadas no han recibido mantenimiento ni iluminación oportuna y adecuada, lo que ha incidido en que se deterioren lentamente hasta ser hoy “peligro” para conductores, pasajeros y vehículos. Los pesos excedidos de la carga vehicular que no controlan ciertos agentes de tránsito han generado accidentes que pudieron evitarse.
El Diario en múltiples ediciones ha descrito las condiciones de 12 puentes que cruzan el río Portoviejo o Río Grande: El Cady, San Ignacio de Colón, el Guabito, Jaime Roldós, Puerto Real, El Mamey, San José, Velasco Ibarra, El Salto, Papagayo, Las Piedras, Picoazá, faltando los de San Plácido, Alajuela, Calderón, Rio Chico, Mejía, El Ceibal, Correagua, hasta llegar a su desembocadura en el mar.
La supuesta delegación de los puentes para municipios y la empresa privada no solucionarán esta problemática. Algunos solo han de querer obtener dinero para sus arcas con los “peajes”. El Ministerio de Transporte y Obras Públicas debe declarar “la emergencia” y no pasarle la pelotita de su competencia a otras manos; pues hacen falta muchos puentes más.
Con Marlon y ustedes, estimados lectores, seguiremos añorando al padre Almeida y Toni el Suizo.
Dios no lo quiera, pero cualquiera de nosotros el rato menos pensado puede verse inmerso en una tragedia de incalculable consecuencias por la desidia de ciertos irresponsables, pero también por la de nosotros, los ciudadanos que impasibles no decimos nada sobre esta situación. Las cooperativas de transporte, de taxis, los colegios profesionales deben expresarse lo antes posible. Me acuerdo de mi padre, el profesor Carlos Hernández Idalgo, que nos decía que “es preferible prevenir, antes que lamentar”.