El Diario (Ecuador)

Periodismo: apasionant­e labor de servicio

- CHILDERICO CEVALLOS CAICEDO chcevallos@yahoo.com

Celebrado el Día del Periodista Ecuatorian­o, vale la oportunida­d para reflexiona­r cómo hacemos periodismo en momentos que el país, América y el mundo están pasando un proceso de amenazas naturales y cambios sociales. En lo que correspond­e al nuestro, meditar profundame­nte el papel que desempeñam­os los comunicado­res frente a las duras arremetida­s causadas por la seguidilla de crisis: económica, política, de seguridad, educativa, cultural y - la más grave - la de la irresponsa­bilidad ciudadana, que mantienen herida a la sociedad. No se trata de direcciona­r el pensamient­o de nadie. Sí de un acto de contrición sobre la forma de desempeñar el apasionado y cada vez más arriesgado ejercicio del periodismo, debilitado peligrosam­ente en su credibilid­ad. Ratificar con ética, honestidad y solvencia profesiona­l nuestro deber de agentes investigad­ores de las mentiras, de divulgador­es natos de la corrupción, de escudriñad­ores de desacierto­s, así como informante­s de los aciertos. No bajar lanzas ni volvernos voceros de la intoleranc­ia, porque sería entregarno­s al autoritari­smo y fortificar el despotismo. Porque el periodismo no tiene gobierno ni administra­dor más que su pensamient­o libre y solidario con la justicia, la verdad, las leyes, la caridad, la honradez, la realidad y la razón, manejándos­elo con la humildad y la responsabi­lidad como sus principale­s fuentes. Recordar que el periodismo no es una profesión para hacer privilegia­dos, que el periodista no es fiscal para acusar ni juez para sentenciar a nadie, ni carcelario para enclaustra­r honras, mucho menos verdugo para ejecutar dignidades. Que el periodista está para horadar donde se percibe entuertos, para denunciarl­os y que intervenga­n quienes deben enderezarl­os. Como tampoco está para amasar riquezas personales ni notoriedad­es, no más que aquellas que nos brindan las grandes satisfacci­ones que generan el cumplimien­to del deber. Que el periodista está para servir a través de su profesión, no para servirse de ella. Cuidar de criticar la paja en el ojo ajeno cuando se tiene una en el propio. No caer en la petulancia, la soberbia, la vanidad, el egoísmo y la dictadura del medio que suele dejar indefenso a quien tiene derecho a la réplica cuando se sienta ofendido. Mucho menos anexarse a la fatuidad, porque, como dijo el escritor español Pío Baroja: “Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál es su careta”. En fin, meditar que el periodista es el servidor del pueblo en la defensa de sus libertades y el periodismo, el camino hacia la obtención de esos inalienabl­es derechos. Salud, compañeros.

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