La verdad muere en Nicaragua
Triste, pero he tomado fuerzas de donde no tenía, por mis hijos”, escribió en redes sociales la comunicadora Aminta Ramírez, crítica del Gobierno de Daniel Ortega, al informar que dejó su país: Nicaragua.
Aminta, también activista por las libertades, destacó como presentadora del noticiero estelar del Canal 10 de televisión, para muchos, el de mayor audiencia de ese país.
Esta semana, la comunicadora anunció que tomó la decisión de irse a Costa Rica, junto con su familia, para salvaguardar la seguridad de sus dos hijos menores de edad.
Desde abril de 2018, cuando estallaron unas manifestaciones contra Ortega, hasta noviembre del 2021, al menos 70 periodistas nicaragüenses se marcharon a varios países, especialmente Costa Rica, Estados Unidos y España, según un informe divulgado por el exiliado periodista Carlos Fernando Chamorro. El movimiento Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua calcula, por su lado, que más de 100 reporteros han abandonado esa nación por las amenazas y la inseguridad a las que se enfrentan en el ejercicio del periodismo en un país manejado por un régimen totalitario.
La verdad muere con la dictadura nicaragüense. Las libertades son historia.
Sin prensa libre, sin voces críticas, la sociedad pierde los derechos fundamentales y su democracia. Sin medios independientes la corrupción, así como el abuso se consolidan en cualquier país. Eso sin importar si gobierna la izquierda, el centro o la derecha.
Lo que soporta Nicaragua es muy doloroso. A más de la pérdida de libertades, la crisis ha dejado al menos 355 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). El Gobierno reconoce 200 de esas muertes y denuncia un intento de golpe de Estado para justificar lo ocurrido.
El mundo se queda en discursos frente a Ortega y abandona a seres humanos. Tristemente esta realidad se va de largo con la complicidad y pasividad del continente, porque si nada cambia, hay Ortega y absolutismo por lo menos 4 años más, tras las controvertidas y simuladas elecciones del pasado 7 de noviembre, en las que el opresor asegura que fue reelegido para un quinto mandato. Toda una farsa usando las instituciones del Estado para reprimir y con sus principales contendientes huyendo o en prisión.