LOS APARTAMENTOS DE LUJO PUEDEN COSTAR 2.000 DÓLARES AL MES
VIVIR EN ESTE TIPO DE PROPIEDADES TIENE SU PRECIO. LA MAYORÍA ESTÁN UBICADAS FRENTE AL MAR.
Una de las pocas veces que vi a una empleada doméstica con su uniforme en una esquina de la sala fue en una novela mexicana.
Pero ahora la estaba viendo, en la vida real, con su sencillez innata y ese silencio noble que tienen ellas y que solo les permite hablar cuando la señora les dice algo.
La señora, 50 años más o menos, recién llegada de la peluquería, vestido negro ajustado, elegancia por todos lados, una copa de champán en una mano y en la otra joyas: anillos y pulseras, todo fino, finísimo.
Yo tenía pocos minutos de haber llegado al apartamento de la señora, una amiga, conocida más que todo; para ver cómo se vive desde allá arriba, desde los edificios de más de 15 pisos, los más altos de Manta.
Los detalles estaban allí, pero sin nada de nombres, dice la señora. “Ya sabes, por seguridad”, agrega. Desde arriba, la playa es un manto azul y turquesa y el borde costero de la ciudad parece la frente de un casi calvo, con entradas enormes simuladas por el puerto.
En ese borde se han levantado varios edificios donde están los apartamentos más caros de Manta. Un alquiler allí puede costar entre mil y dos mil dólares, mientras que comprarlos cuesta entre 200 y 300 mil dólares.
La señora compró el suyo hace ocho años. Tiene sus negocios en Manta, le ha ido bien y vive en ese lugar, donde todas las ventanas llevan la vista al océano. Los edificios empezaron a levantarse en esta zona hace 20 años aproximadamente. Todos bajo inversión privada.
Sus propietarios, en su mayoría son extranjeros que habitan en Estados Unidos o Canadá. Una pequeña parte vive en Quito o Cuenca.
Ellos, los extranjeros, pasan la mayor parte del año allá y llegan a Manta especialmente en los meses más fríos de sus países, desde diciembre hasta marzo. Usualmente, en esos meses, a la señora le llegan algunos amigos de Estados Unidos. Se reúnen, charlan y por la ventana toda Manta se ve de fondo como una postal.
Joseph Giamportone, fundador de Rent in Manta, agencia de administración de propiedades de lujo, cuenta que la demanda en la ciudad es tan alta que ya hasta faltan apartamentos. Cada día son más los extranjeros que buscan tener un espacio en uno de estos edificios y es de eso justamente que él se encarga. Joseph conecta a los dueños de los apartamentos y a los interesados en arrendarlos.
Tiene, por ejemplo, personas que solo usan sus propiedades cuatro meses al año, y el resto del tiempo pasan vacías. Él se encarga de arrendarlas a otras personas que buscan un sitio donde pasar una temporada en Manta, la mayoría extranjeros también. “Nosotros garantizamos el cuidado de los apartamentos, manejamos una ética muy alta y nuestros clientes son exclusivos y personas muy responsables”, expresa.
CARA. La vida en la zona exclusiva de Manta es cara. La mayoría de los propietarios de los apartamentos comen en restaurantes cercanos, pocos cocinan en casa.
Barbasquillo tiene muchos de esos negocios y aquello también mueve la economía. Los clientes acceden a almuerzos cuyos precios van desde los 15 dólares en adelante y platos a la carta que parten de los 40 dólares.
La señora, la del apartamento frente al mar y la copa de champán, dice que no le gusta comer en la calle, menos ahora que estamos en pandemia.
Ella tiene una empleada que le ayuda en la cocina, es la misma que permanece en una esquina atenta a cualquier pedido, es la otra señora, la del uniforme y el silencio noble.
La que al terminar su jornada bajará en un ascensor rumbo al otro Manta, al de la mayoría.