Acerca de ese millón
Qué podría opinar, decir o escribir alguien a quien nunca le ha sido tan cercanas las vivencias maternales con un hijo con la infortuna de una enfermedad?
¿Y qué podría escribir una chica como yo a quien nunca le han sido atribuidas cargas tan emocionales y a la vez tan indescriptible como la de padecer alguna enfermedad?
Nada puedo escribir yo desde una experiencia de fatalidad, sin embargo, hoy quiero escribir sobre ellos: padres, madres, hijos, abuelos que a diario lidian no solo con la enfermedad sino también con la calamidad emocional que equivale saber que no hay medicamentos para el tratamiento que puede mejorarlo.
Hoy escribo por Alejandra, David y Arlen, niños que viajan junto a sus padres más de 10 horas para recibir tratamiento en otra provincia lejana a la suya. Pacientes cuyos padres han dejado de dormir, soñar y comer. Padres que convierten sus días en lucha contra un sistema de salud que es cruel.
En esta misma provincia Jurge, paciente oncológico de 64 años, lleva un año cuatro meses sin recibir los medicamentos para su tratamiento en el IESS, ha cesado su lucha por conseguirlos pues él es uno de los pocos pacientes que puede afortunadamente costear su tratamiento sin complicaciones.
Alida, madre de dos niñas, ha optado por conseguir su tratamiento de manera privada, pese a que una ampolla (octreotida) bordea los $ 400 y ella apenas gana el sueldo básico. Escribo por quien ya dejó de ser y habitar, por Mariana, paciente con trasplante renal, quien dejó de recibir inmunosupresores y cuyas condiciones económicas impidieron que consiguiera medicinas. Cerca de 1 millón de ecuatorianos padecen enfermedades catastróficas, raras o huérfanas de acuerdo a cifras presentadas por el Ministerio de Salud Pública (MSP). El artículo 35 de la Constitución, establece que quienes adolezcan de enfermedades catastróficas o de alta complejidad, recibirán atención prioritaria y especializada en los sectores público y privado. Sin embargo, de un listado referencial de 123 fármacos que se requieren para la atención de pacientes con enfermedades catastróficas, hasta el día de hoy solo se han podido adquirir 42 de ellas.
El Estado le falla a los pacientes y a la Constitución sobre la que ejercen. El acceso a los medicamentos debería ser continuo, eficaz y gratuito para estos pacientes en estado de vulnerabilidad, ellos deberían estar cumpliendo esquemas terapéuticos en los hospitales en excelentes condiciones y no en las calles rogando. Esta lucha por el bien común no es solo de un sector que se manifiesta sino también es nuestra, de cada uno de los 17,64 millones de ecuatorianos.