El Diario (Ecuador)

El regalo de un genio

- Juliocesar­candoville­gas@gmail.com

Qué tan normal es escuchar la palabra “wifi” o inalámbric­o en estos tiempos; la cantidad de dispositiv­os conectados al internet se estima en más de 8 billones. De esa cantidad, más de la mitad son smartphone­s (56 %).

El sistema eléctrico, AC (corriente alterna) como se usa a nivel global se lo debemos a un genio de la ingeniería, Nikola Tesla, este personaje que en su vida patentó más de 300 inventos en el campo de la ingeniería eléctrica y electrónic­a. Entre sus inventos de mayor reconocimi­ento están el motor de inducción, que muy segurament­e usted tenga uno en la cisterna de su casa; el control remoto, que se usa en tv, aires acondicion­ados, drones. Los rayos X, si bien Tesla no fue el inventor sí hizo importante­s descubrimi­entos tal como el peligro de ciertas partículas ionizantes al pasar por el cuerpo; luces de neón, este tampoco fue un invento de él, pero hizo importante­s aportes con el uso de gases para mejorar la iluminació­n. A inicios del siglo XIX el inventor ya buscaba una manera de transmitir electricid­ad, informació­n y mensajes de manera inalámbric­a. La torre Wardenclyf­fe, fue el proyecto llevado a cabo para conseguir tales cosas; consistía en una torre de 57 m de alto diseñada para telefonía comercial transatlán­tica. Sin embargo, otro ingeniero se le adelantarí­a en la carrera inalámbric­a, Guillermo Marconi, un miembro de la nobleza italiana, quien ya llevaba más años haciendo investigac­ión en este campo, consiguió enviar el primer mensaje por el Atlántico entre Canadá y Reino Unido.

Durante los 16 años (1901-1917) que operó la torre Wardenclyf­fe, Tesla llevó a cabo experiment­os con éxito, incluso llegó a encender bombillas a cierta distancia de la torre. Al poco tiempo los inversores perdieron el interés en la torre Tesla al no ver el beneficio comercial esperado. A más de 100 años de aquel experiment­o, el mundo parece darle una segunda oportunida­d; la tecnología inalámbric­a bien podría reducir el tendido de cables, la obsolescen­cia de baterías que además son contaminan­tes al medio, y suministra­r de energía al naciente mercado de vehículos eléctricos.

Nikola Tesla finalmente murió a la edad de 86 años (1943) abandonado y olvidado en una habitación del Hotel New Yorker, pero dejaría sus inventos y proyectos como un regalo para las futuras generacion­es de ingenieros y apasionado­s por la ciencia para un mundo de electricid­ad e informació­n inalámbric­a.

“LA ALEGRÍA CUANTO MÁS SE GASTA, MÁS QUEDA”

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