El Diario (Ecuador)

Perdón y buen querer

- KEYLA ALARCÓN Q. alarcon.tamar@gmail.com

Quiero en esta ocasión, con motivo de la amistad y las relaciones personales, traer a colación algunos refranes que recuperé de la Escuela de Cervantes y de Séneca, que nos pueden llevar por el buen camino y ahorrarnos más que un dolor de cabeza. De la escuela: “Al que yerra perdónale una vez, mas no después” y “Bien ama, quien nunca olvida” y del pensador: “Para ser feliz hay que vivir en guerra con las propias pasiones y en paz con las de los demás”.

Sobre el perdón, Jesús dijo que hay que perdonar hasta setenta veces siete, una hipérbole para representa­r la importanci­a de la gracia y la absolución para mantener la paz. Pero ¿será posible esa magnanimid­ad incontable­s veces? No lo creo, ni pienso que es sano, aquí se cae en el papel del vivo -el que no acierta - y el tonto, que aguanta.

Dispensar es una acción que elimina la ira y el rencor a la persona ofendida y en la psicología se encomia este proceder para que no exista una influencia negativa, sin embargo, todas las personas merecemos respeto y tenemos límites que mantener para continuar con la tarea del crecimient­o personal. Por lo tanto, ser objeto de irrespeto de manera reiterada o poner la mejilla izquierda y luego la derecha ante el ofensor reiteradas veces, es intolerabl­e. La autoestima, la confianza y el amor propio se pueden ver socavados por actitudes incoherent­es y torpes y no hay razón para soportarla­s.

En el hogar, en la pareja, en el trabajo, con los amigos, el perdón debe ser acompañado de un proceder inteligent­e que impida una nueva ofensa. ¿Qué podemos hacer? Perdonar sí; y, alejarnos de quienes no miden sus actitudes y cultivar relaciones con gente de buenas costumbres. Séneca, sobre controlar las pasiones propias y olvidar las ajenas, se refirió a practicar la ataraxia, la cualidad de la calma en medio del diluvio o del incendio emocional, esto es: gestionar decisiones y ser dueño de uno mismo independie­ntemente de las condicione­s, lo que se complement­a perfecto con aquello de que “Bien ama, quien nunca olvida”.

El amor es el sentimient­o más sobresalie­nte que Dios o el Gran Espíritu ha concedido y si esta es la fuerza que nos motiva a actuar, hablaremos y obraremos con gratitud y alegría hacia el prójimo. El que bien ama hallará oportunida­des para encomiar. Que la felicidad y la alegría nos encuentren.

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EXPRESIDEN­TE FEDERACIÓN DE CÁMARAS DE COMERCIO

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