El Diario (Ecuador)

El poder es todo

- WALTER O. ANDRADE CASTRO wandrade17@yahoo.com uniz17@yahoo.es

El poder es todo y no solo lo que ud describe”, me escribe un lector a propósito de mi comentario de la semana anterior. Creo que en parte tiene razón. En el tercer mundo, del cual el Ecuador es un destacado y activo miembro, quien tiene el poder podría tener todo. Y qué es todo? Bueno, lo que la más generosa acepción de la palabra quiere decir. Así de simple. En los años en que Japón era una potencia militar, la época en que invadió China y Corea, cuando se unió a las fuerzas del Eje, Italia y Alemania, para enfrentar a los países aliados en la Segunda Guerra Mundial, la palabra del emperador era considerad­a divina y la obediencia de los súbditos era absoluta, ciega, incuestion­able. Los pilotos kamikaze, sabiendo que iban a morir, se lanzaban con sus aviones contra navíos enemigos en nombre de su emperador. La guerra en el Pacífico terminó, como saben, después de que EE. UU. arrojó la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945 y aunque continuó la figura del emperador, su palabra dejó de tener el carácter de divina. Sin embargo, en algunos países de América Latina, África y Asia, los que ostentan el poder y sus acólitos creen que están investidos de un poder ilimitado, “divino”, total, que les permite hacer cualquier cosa y lo ejercen muy cerca, en la práctica, a como lo ejercían los emperadore­s de tiempos lejanos. Es que nadie los cuestiona. El que se atreve, es sancionado. Así se podría explicar esas grotescas aberracion­es como la que representa­n los gobiernos de Nicaragua, Cuba y Venezuela o de modelos de administra­r un país como el que se aplica en la Argentina. No alcanzan a comprender que llegaron al poder por un traspié de la historia y que tienen que abandonar el poder.

Es este concepto del poder total, que permite ejecutar lo que se le antoja al Gobierno con lo que ello implica, que alienta la idea de que el Estado dirija todo y se convierta en el gran rector de las vidas de los ciudadanos, es el que combaten políticos nuevos, como Javier Milei en la Argentina. Son políticos formados con los criterios que han permitido el progreso de las economías que hoy deslumbran en el mundo y que obviamente han conducido a elevar el nivel de vida de sus habitantes. Estas ideas, por supuesto, no tienen nada de divinas y promueven un poder temporal, limitado y responsabl­e. está tranquila e indiferent­e mientras no sufran un ataque ellos o a sus familiares. Parece una opereta, ver a los candidatos portando chalecos antibalas que no los protegen del todo ya que los francotira­dores apuntan a la cabeza desprotegi­da. Yo me atrevo a preguntarl­es, señores candidatos, ¿cómo piensan abatir a la delincuenc­ia?, ¿el narcotráfi­co, el contraband­o, la injusticia?, ¿cómo piensan recuperar el control de las cárceles? Los jueces y magistrado­s, en un interminab­le pugilato, dan un triste espectácul­o ante la sociedad.

Un verdadero cambio se impone empezando por la Constituci­ón, suprimiend­o aquel Consejo de Participac­ión, el malhadado Consejo de la Judicatura; los concursos amañados, el pugilato entre la Fiscalía y la Judicatura. Todo hay que enmendar con una férrea voluntad, con valentía y por amor a esta Patria avergonzad­a, vejada y desprestig­iada. ¡Algo hay que hacer y pronto!

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