El Diario (Ecuador)

Prioridad de prioridade­s: la vida, la salud integral

- UNIVERSI ZAMBRANO ROMERO

Es indiscutib­le el rol necesario de este poder del Estado, como fiscalizad­or y como legislador, pero la forma en que se han llevado estos procesos en los últimos períodos muestra que lo que ha primado es el cálculo político, la pugna por el poder, la injerencia de intereses ajenos a la necesaria participac­ión en pro del bienestar de la sociedad. Cuando se cambió la denominaci­ón del antiguo Congreso Nacional por el de Asamblea Nacional se planteó una transforma­ción de imagen y procedimie­nto. A la postre, lo único que terminó variando fue el nombre.

El derecho a la vida es inmanente a toda persona humana y se inicia desde el momento de la concepción y durante la gestación. Es un derecho inalienabl­e e irrenuncia­ble; pero no solo es el derecho a vivir, sino a una vida digna, con salud, vivienda, alimentaci­ón, educación, vestido, libre de angustias y de miedo.

Este sagrado derecho a diario se viola en nuestro país. Vivimos asustados, aterrados frente a la delincuenc­ia común y la delincuenc­ia organizada: sicariatos, violacione­s, secuestros y desaparici­ones, cuya mayoría quedan en la impunidad, están a la orden del día. Otro flagelo es la corruptela imperante en la administra­ción de justicia y la ausencia del Estado que se ha vuelto impotente para combatir esta guerra originada en gran parte por el narcotráfi­co, el latrocinio a todo nivel.

El país está enfermo de cleptomaní­a; desde la alta delincuenc­ia de cuello blanco hasta pillos que roban las tapas de las alcantaril­las, los cables de energía eléctrica, desmantela­n las escuelas, se llevan las puertas, los sanitarios, los focos, todo lo que pueden. Estremece el espíritu tener que admitir este estado calamitoso en que vivimos, sin que se vislumbre una solución definitiva. Hay que decirlo; es el fracaso del Estado.

Ante este espectro aterrador, muchos optan por cerrar sus negocios por la amenaza de los mal llamados vacunadore­s (extorsiona­dores), otros huyen al extranjero dejando familia, bienes, profesión y negocios. Erróneamen­te los migrantes creen que en el norte está el paraíso, los dólares botados y cuando llegan al vellocino de oro -¡qué decepción!-, no hay empleo, son perseguido­s e incluso asesinados por los mismos coyoteros.

¿Qué hacer frente a este espectro de terror? Ninguno de los candidatos presidenci­ables ha tocado este tema, por temor o quemeimpor­tismo. La gente

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