Mundial con problemas
Parece imposible que ya estemos en pleno torneo clasificatorio para la Copa Mundial 2026. Por diversos motivos esta edición del evento deportivo número uno del planeta va a ser diferente a los anteriores. Para empezar, será un 50% más grande. El torneo comenzó en 1930 con 13 equipos, pasó a 24 en 1982 y a 36 en 1998. En 2026 serán 48, lo que favorece a Ecuador. De los 10 equipos de la Conmebol, los seis primeros irán directamente a la final y el 7° a un torneo de repechaje. El nuevo Mundial contará con 106 partidos, casi el doble de los 64 jugados antes, y llevará más de un mes jugarlos. ¿Por qué tantos juegos? Más dinero, por supuesto. Más entradas vendidas, más anuncios de televisión, más comidas, vuelos, reservas de hoteles y patrocinios.
Para complicar más las cosas, por primera vez el evento se celebrará en tres países: México, USA y Canadá, lo que significa que cientos de miles de aficionados recorrerán el continente siguiendo a sus equipos. La frontera entre Estados Unidos y México ya es una pesadilla y esto será un desafío adicional para la inmigración y la aduana. Ningún evento deportivo del pasado se compara con su tamaño, complejidad o impacto.
El dinero involucrado tampoco tiene precedentes. Las proyecciones de la FIFA son casi el doble de los 11.000 millones de dólares de la última Copa en Qatar. Ahora la mayor parte de ese dinero va directamente a la FIFA, en vez de a las federaciones de fútbol y gobiernos locales como era en el pasado. Los anfitriones han invertido millones en la construcción y los preparativos y notan nerviosamente el historial de corrupción y sobornos de la FIFA.
Como ahora las decisiones se toman en Zúrich, hay mucho retraso: no han anunciado qué partidos se disputarán en qué ciudades, ni dónde se jugarán el partido inaugural ni el final. Los preparativos están muy por detrás de los de las últimas dos Copas Mundiales en Rusia y Qatar, y funcionarios locales han criticado los errores de la FIFA en relaciones públicas, confusión de liderazgo y cambios repentinos de planes. Otro de los problemas es político: el actual presidente de la FIFA, Gianni Infantino, gran admirador de Donald Trump, no ha visitado la Casa Blanca desde que Trump dejó el cargo.
Colin Smith, el máximo funcionario de la FIFA responsable de organizar la Copa del Mundo, renunció en junio, justo cuando los preparativos entraban en fases cruciales. Alan Rothenberg, presidente de U.S. Soccer, desea que la FIFA pase algunas de las decisiones a los anfitriones. “Sabemos cómo hacer las cosas. Prácticamente todos los días se produce un gran evento”, dijo Rothenberg. Deberíamos decir una plegaria porque la FIFA está navegando por aguas peligrosas. Por favor, no arruine una de nuestras cosas más hermosas.