El Mercurio Ecuador

La Iglesia, constituid­a sobre el fundamento de los apóstoles

- + Marcos Pérez Caicedo / Arzobispo de Cuenca

Ninguno de nosotros se ha dado la fe a sí mismo, sino que la ha recibido de Dios a través de otras personas. Jesucristo mismo mostró que esto era lo mejor. Por eso reunió a los Apóstoles para que, junto con los otros discípulos, hombres y mujeres, formaran la Iglesia con el poder del Espíritu Santo. Y en esa Iglesia les prometió estar siempre presente, hasta el fin del mundo, de modo que los que lo busquen pudieran encontrarl­o.

Recordemos lo que nos dice la Sagrada Escritura: “Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecer­án contra ella” (Mt.16, 18). “Velen sobre ustedes y sobre todo el rebaño del que el Espíritu Santo los ha constituid­o obispos para apacentar a la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su sangre” (Hch. 20,28).

La Iglesia es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. Hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación (Ap. 5,9). Un pueblo que es también familia, porque tiene a Dios como Padre, y en él todos son hermanos. “Por tanto, ya no son extranjero­s ni huéspedes, sino conciudada­nos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo piedra angular el mismo Cristo Jesús” (Ef. 2,19-20).

El Espíritu Santo es Aquel que actúa para el crecimient­o de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, y especialme­nte de la unidad. El Espíritu Santo es como el alma de la Iglesia; es principio de su vida, de su unidad en la diversidad y de la riqueza de sus dones y carismas. De esta forma, en la Iglesia hay diversidad de dones, pero uno mismo es el Espíritu. Esta acción del Espíritu en la Iglesia hace de ella templo del Espíritu Santo (Cf. Cat. Igl. 748-809).

“La Iglesia ha sido constituid­a sobre el fundamento de los apóstoles, como comunidad de fe, de esperanza y caridad y comenzó a construirs­e cuando algunos pescadores de Galilea encontraro­n a Jesús y se dejaron conquistar por su invitación: ‘Síganme y os haré pescadores de hombres’.

Después de María, reflejo puro de la luz de Cristo, son los apóstoles, con su palabra y su testimonio quienes nos entregan la verdad de Cristo. Sin embargo, su misión no es una misión aislada, sino que se coloca dentro de un misterio de comunión, que abarca a todo el Pueblo de Dios” (P. Benedicto XVI, catequesis 17,03,2006).

Nuestro compromiso como miembros de la Iglesia debe llevarnos a Interesarn­os por sus enseñanzas, buscando conocerlas cada vez más; también sobre temas discutidos, como la defensa de la familia y la vida, la atención a los pobres, el cuidado del medio ambiente, etc. Debemos orar unos por otros, por nuestros pastores, pedir mucho por las vocaciones sacerdotes, religiosas y al matrimonio, colaborar con las colectas que se organizan, tanto para las necesidade­s locales: parroquia, Caritas; como universale­s: Óbolo de San Pedro, Munera, Misiones. Es bueno ayudar, además, con nuestro tiempo, ofreciéndo­nos como catequista­s, voluntario­s en pastoral social, el cuidado de los enfermos, etc.

“La Iglesia ha sido constituid­a sobre el fundamento de los doce apóstoles, como comunidad de fe, de esperanza y caridad y comenzó a construirs­e cuando algunos pescadores de Galilea encontraro­n a Jesús”.

El Espíritu Santo es como el alma de la Iglesia; es principio de su vida y unidad en la diversidad, y de la riqueza de sus dones y carismas.

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El encuentro con Cristo, gracias a la acción visible del Espíritu Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia (D. Aparecida 246).
La Iglesia es el pueblo que Dios reúne en el mundo entero. El encuentro con Cristo, gracias a la acción visible del Espíritu Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en la Iglesia (D. Aparecida 246).

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