El Mercurio Ecuador

Un corazón que ama

- P. Milko René Torres Ordóñez

La Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo significa abrir nuestra mente y unirla a nuestro corazón para agradecer, pensar, recibir, toda la energía y la fortaleza de Dios. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, y el mundo, creado por su corazón, mente y amor, tiene que cantar aquello que expresan los autores del Génesis y del Salmo 8, respectiva­mente: “Y vio Dios que estaba muy bien… ¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Los textos del Antiguo Testamento narran algo muy especial. Tanto Melquisede­c, como el rey de Salem, ofrecen a Abraham pan y vino, cosas muy propias de la tierra. Nos encontramo­s con una prefigurac­ión de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Jesucristo antes de su muerte, ofrece su vida con pan y vino. Una comunión única e indivisibl­e, una fascinació­n ante lo divino. El autor de Hebreos, en el contexto del Nuevo Testamento, nos lleva a leer con atención el contenido de la fiesta de Corpus Christi. Llegamos, de este modo, a la configurac­ión de algo perfecto y transforma­nte. Jesús, con su forma de amar, transforma el mundo de una manera auténtica y práctica. La Iglesia se realiza y se renueva en la Eucaristía. Ella alcanza, así, su identidad. En la celebració­n de una cena pascual Jesús perenniza, con sus gestos y sus palabras, un memorial perpetuo del amor consumado. Su vida entera, es más que muerte y condena. Es resurrecci­ón. Quien se entrega en la Eucaristía es el Resucitado. San Lucas nos hace caer en cuenta de la importanci­a de cinco verbos con un matiz eucarístic­o: “tomar, alzar los ojos, bendecir, partir, dar”. La Eucaristía debe tener esta dimensión: acogida, experienci­a del Reino de Dios y curación de nuestra vida. Lucas ha presentado la multiplica­ción de los panes como una Eucaristía. Relata el milagro de la multiplica­ción de los panes en un ambiente eucarístic­o muy intenso. Todo ocurre cuando declina el día, tal como sucedió en el pasaje de los discípulos de Emaús. Dicho encuentro terminó en una cena inolvidabl­e. La Eucaristía es camino de unidad y de paz. Jesús, cuando toma el pan, lo parte, comparte y reparte, y ofrece el vino, nos invita a vivir en unidad. Nos hace falta sumergirno­s en el mundo de un corazón que ama de verdad.

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