La doble brecha de los adultos mayores
Mi abuela, que está a punto de cumplir 92 años, me cuenta las mismas historias de siempre. Estas abarcan dos temáticas en particular, la primera es sobre como sacó adelante a una numerosa familia de once integrantes junto a mi abuelo, algo que sin duda es digno de admirar, y la segunda consta en relatar sus experiencias religiosas.
Con respecto al asunto familiar me siento orgulloso y disfruto mucho de sus repetidas narraciones, sin embargo, cuando mi abuela habla sobre sus inestimables aportes económicos a la iglesia, mi ateísmo busca ser su salvavidas ante una marea de oportunistas evangelizadores.
¿Qué debería hacer?, ¿decirle expresamente que no deseo hincarme ante su altar del “Señor de la Misericordia” ?, ¿le digo que ya no gaste su trabajo de muchos años en algo que es peor que un fraude piramidal?
Creo que el cariño ha pesado más en mí, es por eso que otorgo silencio que se entrelaza con paciencia. Así que escucho y sonrío, pero, en la mayoría de los casos no es así…
Por inercia la vejez no es una etapa sencilla, la valerosa lucha contra el tiempo, las ansias por prolongar la época productiva y la enfermedad son sus comunes denominadores. No cabe duda de que tenemos romantizada la figura de los abuelos, siendo un pilar fundamental dentro de la familia cuencana. Sin embargo, este romance se ve abatido por un antagónico muchas veces sutil, otras veces explícito: la violencia.
Bajo términos tradicionales el maltrato a las personas de tercera edad, hace unas dos décadas atrás, era percibido de una forma ajena a la que se aprecia en la actualidad. Lo más habitual era escuchar situaciones de abandono, violencia física y verbal.
A pesar de que estos tipos de agresiones siguen siendo constantes, con el paso de los años este grupo se encuentra perjudicado de nuevas maneras, esto es mediante la invalidación de sus opiniones y el analfabetismo digital.
Según datos provenientes de la Universidad del Adulto Mayor el 80% de los adultos mayores sufren algún tipo de violencia, agregando que, en su mayoría, estos quedan en el abandono después de haber sido maltratados principalmente dentro de sus núcleos familiares.
De acuerdo con un informe de TIC (Tecnologías de la información y la comunicación) realizado por 5G Américas se manifestó que en 2019 apenas el 7,8% de personas con más de 65 años utilizaban una computadora. También que el 47,3% de ellas tenía un celular activado y que solo 18,9% poseía un teléfono inteligente.
Con respecto al uso de WhatsApp se indicó que el 73,8% de los usuarios son personas de entre 25 y 34 años, mientras que únicamente el 15,5% tiene más de 65 años.
Brecha digital
Para muchos de nosotros enviar un mensaje de texto, un correo electrónico o crear una reunión de Zoom es algo sencillo, pero no es así en todos los casos. Las diversas barreras que experimentan los adultos mayores para mantenerse en la vanguardia tecnológica hacen de este proceso algo que bordea en lo tormentoso.
No solo es necesario tener en cuenta el uso de estas tecnologías, sino también las capacidades con las que las personas cuentan para que este uso sea adecuado. Tiene que haber correctos filtros para la verificación de la información que se consume, estar al tanto de que medidas son necesarias para estar seguros, entender cómo funcionan las plataformas y sus herramientas, etc.
Todo este coctel de variables, que para muchos jóvenes también es complejo de entender, incide en como los adultos mayores se ven aislados de sus familias y seres queridos por el simple hecho de no entender la digitalización sumando a la nula paciencia de querer instruirlos.
Es así como de una forma inintencionada se agrede a los adultos mayores, omitiéndolos y sin permitirles aprender.
Brecha generacional
Una notoria falta de empatía hace que el rechazo tácito hacia los abuelos se incremente, pero, en muchas ocasiones esto no está dado con alevosía, sino por una brecha generacional.
Esto no quiere decir que actitudes denigrantes que eran naturalizadas en el pasado deben ser justificadas, todo lo contrario, pero lo que sí tiene que ser aceptado son las limitaciones generadas por un compendio de factores que perjudican al adulto mayor.
Ante una generación que está dispuesta a la inmediatez, el relativismo en el actuar y la individualidad, es casi utópico esperar alguna muestra de tolerancia. ¿Cómo un joven que está expuesto a un embudo de contenido personalizado está dispuesto a escuchar a un adulto mayor que viene de otro contexto al suyo?
El excluir e invalidar las opiniones de un adulto mayor, por más anticuadas que aparenten ser, es una forma de violencia cruel que se frecuenta en casi todas las familias.
Debemos brindar dignidad, apoyo y seguridad a nuestros adultos mayores, porque al final, desde la perspectiva más egoísta y racional posible, el velar por ellos ahora marcará la pauta de nuestro futuro.