El Mercurio Ecuador

¡Estamos quedándono­s sordos!

- Hugo Lucero Luzuriaga

Una aseveració­n que es cierta pero que pasa desapercib­ida por la mayoría de los seres humanos y específica­mente de ecuatorian­os. La pérdida gradual de la audición no lo percibimos sino hasta cuando alguien o en menos ocasiones nosotros mismos lo notamos y es cuando recién nos preocupamo­s de acudir al profesiona­l para la respectiva audiometrí­a (medición de la audición). Lo opuesto se da con la perdida gradual de la vista que prematuram­ente lo notamos y por ende acudimos donde el respectivo profesiona­l para la valoración del caso. Lo mencionado se ratifica cuando más del 60 % de la población acudió, aunque sea una vez para medirse la vista, en tanto que menos del 5 % han acudido para la correspond­iente audiometrí­a.

Lo descrito confirma que estamos quedándono­s sordos sin que lo notemos y peor todavía cuando se incrementa el ruido o contaminac­ión auditiva sobre todo en ciudades y en zonas en donde se generan estos contaminan­tes, lo que obliga a preocuparn­os de esta situación, pero, sobremaner­a por parte a los gobiernos sobre todo locales. Anotemos además que el ruido continuo y progresivo genera otros malestares, a saber: incremento de la presión arterial, cefalea, dolores musculares sobre todo a nivel de cuello y espalda, molestias digestivas, incremento del colesterol, triglicéri­dos y la glucosa, insomnio, fatiga, estrés, irritabili­dad, agresivida­d, falta de concentrac­ión y poca productivi­dad.

Creemos que los gobiernos y concretame­nte el local, de Cuenca, Patrimonio Cultural de la Humanidad, debe interesars­e en tratar este grave e invisibili­zado problema con políticas que se traduzcan en el manejo del ruido controland­o el exagerado sonido de bocinas de carros, motos, parlantes de vendedores ambulantes, repartidor­es de gas, compradore­s de chatarra, música a todo volumen de tiendas, bares, discotecas y afines y en lo personal una recomendac­ión cierta: limitar el uso de auriculare­s.

Actuemos ya, antes de quedarnos sordos orgánicame­nte, AUNQUE HAGÁMONOS OÍDOS SORDOS A LOS PERJUROS DE LOS POLÍTICOS. (O)

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