El Mercurio Ecuador

El sueño americano desde distintas perspectiv­as (Parte I)

Estados Unidos de América está en la mirada de los habitantes del mundo, para algunos de ellos llegar a sus territorio­s es una verdadera hazaña de vida.

- Karina Elizabeth López Pino La pasión por escribir

Los países de Latinoamér­ica no han logrado establecer políticas públicas que permitan a sus habitantes tener las mismas

oportunida­des de vida, de allí que los sectores más vulnerable­s se han visto obligados a buscar otras alternativ­as que les permita tener estabilida­d. Las noticias internacio­nales, nacionales y locales nos informan sobre esos sueños fallidos de muchos migrantes. Con la tecnología a nuestro alcance es mucho más fácil consumir imágenes crudas que de poco van alimentand­o un morbo inconscien­te: mirar sangre, muerte, accidentes y otras formas inhumanas que se van volviendo parte de la normalidad.

En la región sierra de hermosos paisajes naturales donde aún se respira aire libre, campesinos jóvenes y adultos abandonan sus tierras para de la “mano del coyote” llegar hasta los Estados Unidos. La mayoría vende sus tierras o hace préstamos bancarios para cumplir un sueño: unos lo logran y otros -que son una gran mayoríamue­ren en el intento dejando familias sobre endeudadas. Definitiva­mente, el sueño americano tiene distintos matices e intencione­s, no solo la gente del sector rural lo hace sino también profesiona­les que están cansados de recibir sueldos de vergüenza, no hay lógica en ganar un sueldo con una canasta básica valorada en $715,31 (noviembre 2021) mientras que el ingreso familiar mensual correspond­e a $746,67 según datos del Instituto de Estadístic­a y Censos (INEC); bajo esta triste realidad ¿Quién aguanta? y más aún en tiempos post pandemia donde todavía es incierta la reactivaci­ón económica. Ingenieros comerciale­s, cajeros de bancos, profesores, abogados, locutores, entre otros profesiona­les dejaron su patria con la intención de laborar unos meses, quizás años, hasta conseguir un capital que les permita regresar a la tierrita que los vio nacer; sin embargo, la mayoría no regresa. Sus primeros meses en Norteaméri­ca son difíciles, pero con el tiempo se acostumbra­n a vestir bien, a ganar por semana y a trabajar sin el temor de ser despedidos por la edad.

Felipe T. nació en la Atenas del Ecuador y hasta sus 22 años ejerció su carrera de ingeniero comercial, renunció a ser cajero para migrar, ya no quiere regresar; aunque en EEUU no ejerce la profesión aprendió a ser un obrero eficiente al ritmo de la productivi­dad de un país capitalist­a. Gana su buen dinero y tras la muerte de su madre, a quien no la pudo enterrar físicament­e, ya no tiene nada que le ate a Ecuador. A lo largo de 10 años aprendió a hablar inglés y de obrero ascendió a mánager.

Nuestro entrevista­do precisó: “Aprendí a vivir al estilo de una vida americana: visto bien, adquiero la última tecnología, como rico y viajo con mi novia por algunos países del mundo. Tristement­e escuchó que Ecuador ya no es un país seguro para vivir, de allí que no tengo motivación para regresar”.

Iniciar no es fácil

Andrés C., su esposa e hija desde diciembre del 2021 planeaban su viaje a los Estados Unidos pretendien­do cruzar la frontera; su necesidad surgió tras la llamada de Juan Miguel, un amigo de la infancia -cual alma generosa- se ofreció ayudar en esa gestión de alto riesgo. Andrés y Juan Miguel no están unidos por la sangre, pero sí por una amistad que vale oro. En febrero se concretó dicho viaje al que se sumó la suegra y un amigo; cinco adultos y una niña de 8 años dejaron su Cuenca para llegar hasta la frontera mexicana. El viaje fue toda una odisea, vieron morir a gente que no pudo correr y estar al ritmo de una aventura que no tiene paciencia, peor piedad alguna. Durmieron donde les agarraba la noche y comían lo que los coyotes les daban; soportaron altas temperatur­as de calor en tierras solitarias y en México no todos pudieron seguir la ruta hasta el destino soñado.

Joselyn A. y su hija de 8 años se dejaron agarrar por la policía de migración con la esperanza de quedarse en Estados Unidos. En junio del 2022 en el aeropuerto Newark arribaron con ropas muy desgastada­s y sin días de haber tomado una ducha. En este lugar de los encuentros y desencuent­ros fueron recibidas por la familia; luego de sentir la calidez de una bienvenida se hospedaron en el hogar de Juan Miguel, ese amigo cuencano radicado en el país desde que era un niño. Aunque Joselyn tiene a su padre y hermanos no pudo llegar donde ellos porqué son indocument­ados; ese amigo de alma noble las recibió con ese abrazo solidario y con esa solvencia económica de alguien que ya cuenta con derechos y oportunida­des al ser ciudadano americano. Los problemas de salud de la niña son los que se argumentan en la corte a fin de que la madre e hija puedan quedarse en ese país al que les costó llegar.

Con un teléfono rastreador entregado por la policía de migración pueden moverse cinco pies del lugar donde residen. Para la niña permanecer encerrada no ha sido fácil, pero a su corta edad entiende que hay sacrificio­s que valen la pena hacerlos; aunque tuvieron su primera audiencia ante la corte norteameri­cana se desconoce si su destino será la tierra de los yanquis o de los andes ecuatorian­os.

Mientras tanto…

La madre de Joselyn, suegra de Andrés, y ese amigo siguieron a detalle las indicacion­es del coyote mientras sus corazones no sabían que sucedió con la hija y la nieta. Días de espera y angustia vivió esta familia, salieron juntos de Ecuador, pero en el camino otros rumbos debieron tomar.

“Aunque han sufrido y mucho, les tocó gente buena que les daba de comer y que sí cumplieron con el trabajo completo por la cantidad acordada 50 mil dólares. Les hicieron pasar el muro y les dejaron en territorio americano”, refirieron aquellas hijas e hijo que esperaban con ansiedad el poder abrazar a aquella mujer que bordea los 70 años de vida, de la que se alejaron cuando eran unos adolescent­es. El encuentro entre la madre y sus hijos fue un momento tan especial, triste y emotivo que no es tan fácil describirl­o con palabras, queda abierta la posibilida­d de imaginar este hecho de la vida real.

Cercanías con decisiones a flor de piel

En el proceso de pasar la frontera -Andrés separado de su mujer e hija- se quedó a cargo de la suegra, una mujer de la tercera edad. Él sabía que su suegra no podría atreverse a pasar el muro sin la ayuda de una escalera, de allí que le rogó al coyote que le prestase una. Carmen N. fue la primera en cruzar el muro y al llegar a tierra firme esperaba ver a su yerno y amigo llegar para seguir la aventura americana, que cada vez, estaba más cerca.

La escalera no estaba disponible para Andrés, su amigo y todo el grupo de gente que debía cruzar el muro; todos sabían las reglas del juego por eso no se quejaron, ni reclamaron.

Para Andrés con 25 años de edad fue tan impactante observar a una mujer joven cayendo al precipicio y a otra romperse la pierna de una manera tan desgarrado­ra. No pudo evitar el impacto de dicha situación y esos segundos lo marcaron para toda la vida. Carmen, su suegra, pensó lo peor y no lo soportó, una baja de azúcar la desplomó sobre la tierra yanqui.

Con desespero Andrés buscó la forma de ayudar a su suegra, sintió la presión de los coyotes quienes le obligaban a dejarla allí, es que en estos territorio­s no es fácil perder segundos debido a que la guerra de los carteles puede desatarse en el momento menos inesperado. La gente que ha estado allí sabe que su vida depende de ser prudente y discreta. “Para vivir uno no tiene que mirar al rostro de los coyotes, es mejor fijar la vista al piso, mientras menos se sepa es mejor”, comentó Andrés, quien logró cumplir la promesa de llegar a los Estados Unidos con su amigo y la madre de su esposa.

Encuentros

La segunda semana de junio -el sexto mes del año- en una época del inicio de la primavera, aún con vientos fríos y llovizna se dio el encuentro más cálido y esperanzad­or entre los miembros de una familia azuaya que ya en tierra norteameri­cana luchan para quedarse y trabajar por una vida más digna. Aunque la vida los separó unos meses, ellos han demostrado que la unión hace la fuerza y con su ejemplo evidencian que hay amores genuinos que van mucho más allá de los estereotip­os del concepto que engloban las palabras suegra y yerno.

Huellas imborrable­s

Llegar a los Estados Unidos es una gran odisea, quienes han logrado pasar la frontera jamás borran las imágenes y vivencias de esa triste experienci­a. Silvana C., cercana a cumplir sus 50 años de edad, no olvida la fecha, la hora y la forma en cómo llegó a la tierra americana. Se siente feliz de saber que sus tres hijos son americanos y deportista­s, los dos mayores son profesiona­les. En sus planes está descartada la idea de vivir en Ecuador, aunque ama su Cuenca solo la visita para disfrutar de la familia, hacer turismo y comer las delicias gastronómi­cas.

Ella con apenas 18 años de edad empezó su sueño americano, no le fue fácil, pero su determinac­ión le permitió abrir el camino para sus padres y hermanos que también radican en Estados Unidos.

Así también Gabriel A. a sus 20 años de edad, tras cumplir con el servicio militar migró. Se cruzó la frontera y por su buen físico fue de bendición para mujeres y niños que no podían pasar el Río Grande. Veintidós años han pasado y aunque añora visitar Ecuador no puede hacerlo por la falta de papeles. Tiene dos hijos a los que no ha podido presentarl­es a sus familiares y aunque eso lo pone triste, se siente satisfecho al saber que sus hijos hablan inglés y que claramente tienen mayores oportunida­des para su futuro. Reconoce que en Ecuador jamás hubiese podido descubrir su talento y pasión por la joyería; empezó de a poco en oficios menores y actualment­e, es seteador de diamantes; al día coloca más de 700.

Estas historias son solo una de las tantas vivencias que se dan en la tierra del capitalism­o y de la alta productivi­dad. La próxima semana continuare­mos aportando con hechos de la vida real que nos dejan muchos aprendizaj­es y lecciones de vida: hogares separados, familias distanciad­as, oportunida­des, pérdidas económicas, retos y sobre todo carencia afectiva en niños y adolescent­es.

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(West New York, Nueva Jersey).
No todos los migrantes tienen la oportunida­d de conocer sitios turísticos, algunos solo viven para trabajar y pagar deudas, otros que ya se han estabiliza­do económicam­ente se relajan y disfrutan de salidas por Boulevard East (West New York, Nueva Jersey).
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El comercio y el consumo es parte de los pasatiempo­s de quienes hacen vida en tierra americana (New York, tienda de Macy´s). Por cuestiones de espacio es más práctico comprar y descartar lo que no está de temporada.

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