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EL PRÍNCIPE QUE LA HISTORIA NO QUIERE RECORDAR: WILLIAM DE GLOUCESTER

El príncipe William de Gloucester (1941-1972) era un arriesgado aventurero de carisma arrollador dentro de la monarquía británica, pero terminó enamorándo­se de la mujer “inadecuada”.

- (M. P.) Fuentes: marie-claire.es, culturacol­ectiva.com, libbyjanec­harleston.medium.com

Esta es la historia que la serie The Crown (‘La corona’), cuyo argumento tiene como protagonis­tas a la reina Isabel II y a toda su familia, no se ha atrevido a contar. El príncipe William de Gloucester nació en diciembre de 1941, en tiempos en que el Reino Unido comenzaba a recibir el apoyo de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

William (conocido como Guillermo entre los hispanopar­lantes) era nieto del rey Jorge V y primo directo de la actual reina Isabel II. Nació cuarto en la línea de sucesión al trono, lo cual resulta una singular similitud con el actual príncipe Harry, con quien guarda otras coincidenc­ias: era carismátic­o, atractivo, enamoradiz­o, había servido en las Fuerzas Armadas antes de adoptar las responsabi­lidades de la realeza, de las cuales prefería alejarse para llevar una vida “normal”, y tenía fama de “oveja negra” de la familia. ¡Un inmaduro encantador!

Además, estudió en la Universida­d de Cambridge y contaba con una gran reputación de deportista: participab­a en expedicion­es en globo aerostátic­o que recorrían el desierto del Sahara, era piloto de avión (volar era su pasatiempo favorito) y escalaba las cumbres nevadas de los Alpes suizos para luego descenderl­as esquiando. Todo un hombre nacido para las experienci­as extremas, por lo que era conocido como el “James Bond” de la realeza británica. Las mujeres se derretían al verlo manejar vehículos lujosos, como si fuera el mismísimo 007.

En una entrevista en televisión explicó su actitud: “Quizás era dos personas diferentes. En cierto sentido, el príncipe William, un miembro de la familia, y tratado de esa manera. Y en el otro sentido, como un individuo privado que tenía sus propios pensamient­os y ambiciones”.

Encontró el amor

Conocido por su tendencia a evadir el protocolo real, William prefería mantenerse a distancia de las miradas de la Familia Real. Mientras más lejos, mejor. Por ello, en 1968 decidió mudarse a Tokio para trabajar en los servicios diplomátic­os en la embajada británica (él mismo pilotaba la nave que lo llevaba a Asia).

Pero hizo mucho más en el país del sol naciente: allí se enamoró perdidamen­te de la bella modelo húngara-estadounid­ense Zsuzsi Starkloff, quien se había mudado a Japón tras su divorcio para comenzar una nueva vida.

“Una chica japonesa y yo éramos el nuevo rostro de Revlon en Japón. Estaba muy ocupada, mi hija estaba conmigo, ella era una adolescent­e. Yo tenía muchos amigos nuevos y gente interesant­e. Sean Connery estaba en Japón haciendo una película, cenamos un par de veces”, dijo Zsuzsi a la prensa varios años después.

El encuentro ocurrió en 1968 durante una fiesta de disfraces, y parecía un cuento de hadas desde el primer instante, ya que inmediatam­ente él la bautizó como su Cenicienta. “Estaba vestida como una princesa india y William como el llanero solitario, con una capa negra y una máscara. Fue realmente divertido. Era muy guapo y alto... Dijo: ‘¿Puedo pedir prestada a Cenicienta para un baile?’. Y bailamos, y fue entonces cuando nuestra relación realmente comenzó”, dijo en la entrevista.

Así comenzó el romance más importante de sus vidas. Ella era una joven carismátic­a de 31 años, él era un joven príncipe diplomátic­o de 26 años que evitaba sus títulos.

El amor de William y Zsuzsi floreció rápidament­e y, según Zsuzsi, tres meses después de la relación William le dijo: “Nunca pensé que el amor pudiera ser tan hermoso”. Todo parecía ir bien hasta que William les comentó por carta a sus padres, el duque y la duquesa de Gloucester, la posibilida­d de casarse con Starkloff, tierna confesión romántica que pasó a considerar­se un grave asunto de Estado, ya que la reina Isabel II despreciab­a la idea de que su primo se relacione con una mujer extranjera, judía, sin sangre noble y dos veces divorciada.

El interés amoroso de William también guardaría similitud con el futuro matrimonio de Harry con la actriz Megan Markle, quien es estadounid­ense y divorciada. Pero el origen y éxito profesiona­l de Zsuzsi Starkloff distaba mucho. Zsuzsi era una refugiada húngara del comunismo, cuya belleza le había permitido desarrolla­rse dentro del modelaje antes de ser azafata, piloto e instructor­a de vuelo.

Finalmente separados

William fue obligado a regresar a Inglaterra, pero eso no detuvo sus intencione­s de casarse. La pareja mantenía las ilusiones de concretar su matrimonio, tanto así que él le había regalado a su prometida un anillo de compromiso.

Pero la romántica boda del príncipe aventurero y la hermosa plebeya no pudo concretars­e, nunca caminaron al altar para jurarse amor eterno, porque ambos comenzaron a aceptar su separación y él falleció en un accidente durante una carrera de aviones el 28 de agosto de 1972, a los 30 años.

Zsuzsi, quien ya falleció, quedó completame­nte desconsola­da. Se radicó en Estados Unidos, nunca se volvió a casar y jamás superó la muerte del hombre que se convirtió en el amor de su vida. “No hay un día en el que no piense en William. Ni un día”.

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>William y Zsuzsi, enamorados.

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