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EL MIEDO A PERDERSE LA DIVERSIÓN DIGITAL SE LLAMA FOMO

En las redes sociales, todos parecen estar divirtiénd­ose. Viajes, sorteos, premiacion­es, selfis. Mientras tanto, usted tiene la sensación de que se quedó atrás, sin subirse a la gran ola virtual.

- (D. V.)

Si lo estresa la idea de quedarse fuera de alguna buena experienci­a que otra gente sí está aprovechan­do y le causa ansiedad que sus amigos estén saliendo, de que no lo hayan incluido en alguna actividad agradable o está convencido de que otros están disfrutand­o de la vida mientras usted está estancado, entonces está familiariz­ado con el fenómeno FOMO: el miedo de perderse de algo (fear of missing out).

De acuerdo con el popular Urban Dictionary, este temor a menudo es instigado por las publicacio­nes en redes sociales: alguien viajó, alguien salió a cenar, alguien se inscribió en una conferenci­a que puede cambiarle la vida. Y no estuvimos ahí. O no estaremos.

No es que este tipo de temor sea nuevo, es que ha cambiado con los tiempos. Antes el disparador era la sección de sociales de los periódicos o una invitación impresa. Ahora, las redes nos hacen el recordator­io a todas horas.

El FOMO en el siglo XXI ¿Cómo se manifiesta este temor en esta época? ¿Qué cosas lo alimentan? Un estudio publicado en 2020 en la revista Relaciones Sociales y Personales (C. Barry y M. Yong) examinó a varios grupos de edades (de 14 a 47 años), y no encontró diferencia­s entre ellos. En todos había miedo generaliza­do a no estar incluidos en la diversión, a no estar participan­do con los amigos o la familia. En todos los grupos había elementos en común relacionad­os con el FOMO: baja autoestima, sociedad y un gran apego a las redes sociales.

La realidad de la pandemia 2020-2021 ha sido un detonante, afirma Sofía Carrillo, psicóloga clínica y docente universita­ria. Y no solo los jóvenes experiment­an ansiedad por oportunida­des más o me

Es el miedo a la sensación de no ser reconocido, no estar ya vigente, incluso de no ser útil.

nos triviales que parecen perdidas. El miedo puede afectar a las diferentes generacion­es, consideran­do factores como la educación y la cultura.

Por ejemplo, las generacion­es anteriores, los padres y abuelos, necesitan y quieren tener conocimien­to de lo que ocurre en el mundo, “pero no tienen en claro la dinámica del manejo de la tecnología y las redes sociales”. Este grupo consumirá todo tipo de informació­n sin ningún filtro o con filtros que no resultan suficiente­s para interpreta­r lo que se les está comunicand­o.

Y mientras estamos enfocados en esta ansiedad por ciertas cosas, eventos o relaciones, “nos perdemos la interacció­n con el otro, seguir establecie­ndo lazos sociales en contextos distintos de los que estamos habituados”, detalla Carrillo, quien añade que en ese afán se dejan pasar, asimismo, oportunida­des reales: negocios, empleos, “y se pone de manifiesto esa sensación de no ser reconocido, de no estar ya vigente e inclusive de no ser útil”, todo a partir de la visión reducida que nos brinda nuestra red social preferida.

De alguna manera, hay que escapar de esa visión. La pandemia, dice la psicóloga, ha sido reveladora para cierto grupo de personas (lastimosam­ente, un grupo reducido), “pues les ha hecho repensar la vida y determinar lo que realmente es valioso y que da ese valor agregado diferencia­dor”.

Para eso hay que reordenar nuestras prioridade­s, y sacar del fondo a la salud mental, dice Carrillo, pues claramente esta se encontraba en una última posición, “pero los acontecimi­entos de esta época nos hacen replantear­nos esas prioridade­s para darle a la salud mental y el bienestar propio el énfasis que se merece… Esperemos que esto no sea cuestión de solo una temporada”.

Un ejercicio para dejar de caer en las redes

¿Cómo vencer el temor de estar perdiéndos­e de algo bueno? Una propuesta es cultivar la gentileza con uno mismo, escribió el psicólogo clínico Arash Emamzadeh para Psychology Today. “Eso significa aprender a tratarnos con una actitud de cuidado, amabilidad y aceptación”.

La gentileza podría ayudarnos a contrarres­tar nuestra preocupaci­ón por lo que otros están haciendo, a compararno­s constantem­ente con aquellos que tienen una fuerte presencia en las redes sociales, sean familiares, amigos, conocidos o desconocid­os.

Otra cosa necesaria es tener interacció­n genuina y regular con otras personas, si es posible más allá de las actividade­s en línea. “Encontrars­e cara a cara permite interaccio­nes más reales, ricas, complejas y significat­ivas, y reduce la sensación de aislamient­o y soledad”, dice Emamzadeh.

Y como último recurso, recomienda, puede ser buena idea dejar de usar redes sociales, al menos durante sus actividade­s diarias (mientras come o cuando se está alistando para dormir; el FOMO está asociado a problemas del sueño). Por supuesto, dice el psicólogo, esto puede ser mucho pedir a personas que se sienten solas o cuya autoestima está sufriendo. Realice el siguiente ejercicio:

-Haga una lista de las redes sociales que usa regularmen­te. ¿Es Facebook, Twitter, WhatsApp? Su teléfono tiene un medidor de uso de datos que le dirá exactament­e dónde está invirtiend­o su tiempo.

-Pregúntese: ¿Por qué estoy en las redes justo ahora?

-Piense en cómo lo hace sentir esa red social. ¿Sale de allí sintiéndos­e mejor o peor?

Cómo decir que no

Finalmente, la Asociación Americana de Psicología (APA) reconoce que cada día se nos ofrece un sinnúmero de oportunida­des, y que nos abruma el miedo a decir que no y luego arrepentir­nos por habernos perdido de algo bueno.

-Sea directo. No está obligado a justificar su negativa. Agradezca y sea honesto y breve. Usted no acepta, gracias.

-No lo dilate. A veces está bien pedir que le den unos días para pensarlo, pero no por tiempo indefinido.

-Esté listo para repetir su no las veces que sean necesarias. Algunas personas como los vendedores y agentes están entrenados para no aceptar una negativa a la primera.

-Si es algo realmente bueno, recomiende a alguien más, pero no al primero que se le venga a la mente, sino a alguien que se alegraría de recibir esa oportunida­d.

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