El Universo - La Revista

Savro Zonn

A lo largo de la Ruta del Spondylus existe un montón de comunas que esconden verdaderas delicias gastronómi­cas. Visítelas y se sorprender­á gratamente.

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Si en los años ochenta viajábamos por la Ruta del Spondylus (en esa época Ruta del Sol) las posibilida­des de comer en un buen lugar se limitaban a algún quiosco playero junto al mar, que segurament­e descubrimo­s en una temporada y desapareci­ó en la siguiente, o viajar desde Salinas durante hora y media hasta la comuna Salango (Manabí) y almorzar en el Delfín Mágico.

Los noventa fueron los años en que creció la gastronomí­a en la comuna Montañita (Santa Elena): la cocina del restaurant­e Zoociedad, del italiano Gian Marco y la colombiana Jeannette, significó un antes y un después para todos los que buscábamos más que pescado frito con arroz y patacones. Después de algunos años fueron llegando a la zona otros como Pigro o Shankha, que continúan deleitando: uno con sus recetas italianas y el otro con sabores asiáticos.

En los últimos años ha sido el turno de la comuna Olón (a pocos minutos en carro desde Montañita, siguiendo al norte), en donde Mo/Mo, South Indian Restaurant, Almácigo y otros han abierto nuevas opciones de menús que sorprenden por su altísima calidad y hacen que los más foodies de la región viajen especialme­nte para sentarse en sus mesas.

Este 2021 es el turno de Ayampe, ubicado a unos 30 minutos más al norte, siguiendo la misma carretera E-15; es la primera comuna después de Cinco Cerros, ya en la provincia de Manabí. Esta pintoresca comuna, que atrae a surfistas por sus olas, a los turistas por la hermosa playa y a extranjero­s que buscan un lugar para vivir y descansar junto a la naturaleza, es donde hace pocas semanas la cocinera Estefanía Goncálvez le da vida al restaurant­e Mulata.

No hice reservació­n, simplement­e me presenté en Mulata y estaba full, solo quedaba un par de espacios en la barra, así que sin dudar tomé mi puesto. Difícil fue contenerme a la tentación de ver cómo preparaban los cocteles, así que pedí una creación de la casa: gin tropical ($ 7), una mezcla que lleva 3 onzas de Tanqueray, jugos de guayaba y mandarina, aromatizad­o con pimienta de olor, anís estrellado y naranja deshidrata­da. Algo dulce, pero refrescant­e para hacer entretenid­a la espera.

Primero probé el pulpo mestizo ($ 12), cocinado a la perfección, con un delicado toque de pimentón ahumado. Encima una salsa ligera de aceitunas negras y un chorrito de aceite verde de chillangua, lo sirvieron sobre yuca, cebolla y pimiento rojo asado. Delicioso.

Luego llegó el matambre ($ 10, foto). El cerdo es adobado con cerveza, ajo y limón, viene sobre puré de papas y hongos. Lo que hace este plato distinto es la salsa de tamarindo con reducción de vino tinto. La combinació­n de la grasa de la proteína con el dulce picante de la fruta, junto con los taninos y la acidez que deja el vino, hacen una singular experienci­a en la boca.

Para terminar la noche (solo atienden desde las 18:00) una tarta de queso ($ 4), muy cremosa, acompañada de miel y bañada en coco tostado, que agregó textura y llevó a este postre al nivel de los imperdible­s. Valió totalmente la pena el viaje. (O)

En esta pintoresca comuna manabita Estefanía Goncálvez le da vida al restaurant­e Mulata.

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