ENTRE EL MIEDO Y EL SILENCIO, POR KATIA MURRIETA WONG
La doctora en leyes Katia Murrieta Wong presenta, en su más reciente libro, una serie de cuentos inspirados en los casos de abuso contra la mujer que ha conocido en su labor profesional… y las conclusiones que resulta urgente compartir para combatirlos.
La idea de escribir el libro Entre el miedo y el silencio: historias de mujeres… y de hombres nació de la creciente necesidad de gritarle al mundo lo que los seres humanos, especialmente las mujeres, por diversas razones, callan sobre lo que ocurre casa adentro, es decir, la violencia física y síquica que sufren, indica Katia Murrieta Wong, autora de este trabajo de 121 páginas auspiciado por la Universidad Espíritu Santo.
En nuestro país, este fenómeno no cesa y las frías estadísticas –de lo que se conoce, porque no todo se denuncia– indican que seis de cada diez mujeres son maltratadas y que cada tres días se produce un femicidio. Según la Fiscalía General del Estado, desde el 10 de agosto de 2014 hasta el 31 de enero de 2021, 453 mujeres han sido muertas por sus parejas, agrega.
El libro se compone de quince cuentos que recogen y resumen las vivencias de un gran número de víctimas que soportan los agravios de parte de su marido o concubino, sin decirlo, y muchas veces sintiendo que son culpables de haber provocado las agresiones y que merecen el castigo. “Mi intención es que nuestra sociedad se vea en ellas como en un espejo que refleja lo que está sucediendo como un fenómeno global y que reaccione, reconociendo que existe para luego analizar la forma de provocar su disminución mediante políticas adecuadas”, explica Murrieta, quien considera que el confinamiento por el coronavirus ha hecho que crezca el número de mujeres muertas y violentadas.
Cada cuento es la reconstrucción de lo que le confiaban personas que solicitaban su orientación o consejo. “Observé que las narraciones se semejaban mucho entre sí, sobre todo porque la característica común era el silencio producido por el miedo a muchas cosas: la reacción desmesurada del maltratante, la falta de sustento futuro para la mujer
y sus hijos, al qué dirán, a enfrentar la vida solas con su prole, y, particularmente, a la baja autoestima”.
Ella consideró que es obligación de quien las escucha, las percibe y las siente, de ponerlas en evidencia y de resaltarlas para encontrar un eco en la comunidad. “Y, especialmente, en el fondo de nosotras, porque de cada una depende, a través de una educación apropiada, ir superando estos atavismos en el transcurso del tiempo”.
La Dra. Murrieta rechaza las repetidas frases de nuestras abuelas de que el hombre es de la calle y la mujer de su casa, de que esta debe servir al varón y obedecerle en todo lo que pida, diga o exija, y que la infidelidad debe ser tolerada o ignorada, ya que tal situación ha contribuido en mucho a que las mujeres mantengan esa dependencia del “macho” en todo sentido.
Y estos son los patrones que debemos cambiar para evolucionar como sociedad. “No más aquello de que el color celeste es para los varones y el rosado para las mujeres, de que estas son débiles y los hombres, fuertes, de que estos no deben llorar porque son menos varoniles, como si no fuesen humanos que también experimentan sentimientos”.
Con historias masculinas
Son muchos los factores que intervienen en este comportamiento, por lo que, al final del libro, Katia incluyó el capítulo ‘Análisis de las causas y efectos de la violencia que se ejerce contra las mujeres en el ámbito familiar, educativo y laboral; y, medidas de prevención para erradicarlas’, trabajo de ella que fue premiado en un concurso del Consejo Nacional de la Judicatura.
Los cuentos son breves, muy fáciles de leer, y tienen incluso un toque de humor, ya que la vida es una tragicomedia, dice Katia, quien incluyó historias de hombres como víctimas. Por ejemplo, en 40 y 20, que trata sobre un hombre casado que se enamora de la secretaria, a quien dobla en edad, y que la mujer lo amenaza con cortarle el miembro viril si lo vuelve a ‘pescar’ con ella, por lo cual el individuo nunca más pudo dormir tranquilo a su lado; o, el de Los esclavos, que narra los sufrimientos de trece varones, siendo uno de ellos, el más fuerte, el que sufría la crueldad de parte de su cónyuge.
“Debemos modificar nuestra actitud, porque siendo las féminas quienes solemos criar a los hijos, de nosotras depende no aportar con más ‘machos’ a la sociedad”. (M. P.)