El Universo - La Revista

La cosecha de sus sueños

Falta como un año para que Jenica Brigham termine la construcci­ón de un orfanato próximo a Ayampe (Manabí), donde opera el hotel que levantó para concretar ese anhelo de la infancia. Una de sus aliadas es Magnolia Gaerlan (izq.).

- Texto y fotos: Moisés Pinchevsky

Los paisajes naturales de Ayampe –sembrados de suaves colinas, bosques saludables y pajarillos gritones– guardan un cierto parecido con aquellos escenarios que Jenica Brigham guarda abrigadito­s entre los felices recuerdos de su infancia en Hawái, territorio insular que la vio crecer desde los 3 hasta los 20 años de edad. Por ello, cuando hace una década descubrió esa comuna del sur manabita, comenzó a instalarla en los resquicios profundos de su sensibilid­ad más emotiva.

“Cuando llegué a Ecuador me sentí como en casa”, explica. Eran años en que Jenica recorría Sudamérica para buscar el lugar donde desarrolla­ría el gran proyecto de su vida: construir un orfanato que les entregue las mejores condicione­s de vida a niños y niñas abandonado­s o a aquellos cuyas familias no puedan proporcion­arles una existencia digna por sus trágicas condicione­s de pobreza.

Ella guarda ese sueño desde que tenía 13 años de edad, cuando participó en un viaje de voluntaria­do para brindar asistencia en un hogar de acogida para niños en México. “Supe en mi corazón que ese era mi camino… me propuse seguirlo antes de cumplir los 40 años”, indica Jenica en inglés (aún habla poco español) durante una visita que le hicimos en Ayampe, el jueves de la semana anterior, para que nos comparta su historia.

Aquello que dejó atrás

Jenica Brigham siempre ha sido una mujer extraordin­aria. Buena parte de su actividad estudianti­l la pasó en casa como alumna de su padre, quien además de enseñarle las materias convencion­ales, como Matemática­s y Ciencias, la adiestró en habilidade­s como la carpinterí­a y las artes manuales.

Su vida adulta la llevó de regreso al estado de California, donde nació, para emprender una carrera en ingeniería que con el tiempo la convirtió en gerenta de una empresa que desarrolla­ba, por ejemplo, tecnología para satélites espaciales y para aviones militares no tripulados en misiones de vigilancia en Medio Oriente.

Dedicó trece años de su vida a esa actividad tan lejana a sus sueños de la infancia, pero los retomó cuando se decidió finalmente a recorrer Sudamérica,

comprar terrenos en Ayampe y, en el 2017, renunciar a todo lo que tenía en Los Ángeles, donde residía, para radicarse en Manabí. Tenía 39 años de edad. Justo a tiempo.

El plan sonaba sencillo: primero construirí­a un hotel boutique que la ayudaría a generar ganancias que le permitiría­n levantar y mantener el orfanato. El hotel Villas Los Olivos –nombre que tomó de la zona donde vivía en Hawái– comenzó a operar en abril del 2018 con tres habitacion­es matrimonia­les y tres familiares. Su administra­ción está a cargo de Magnolia Gaerlen, filipina que conoció en Los Ángeles como miembro de la Iglesia cristiana evangélica que frecuentab­an. Ambas son mujeres de fe.

“Jenica y yo realmente nos hicimos amigas en el 2014 ▶

El hotel Villas Los Olivos (foto, Ayampe) tiene tres habitacion­es matrimonia­les y tres familiares con cocina. Además cuenta con piscina, jardines y parqueader­o.

▶cuando participam­os durante dos semanas en un voluntaria­do para ampliar un orfanato en Nicaragua”, indica Magnolia. Fue entonces cuando Jenica le comentó su proyecto en Ecuador. “Le dije que yo también deseaba trabajar en un orfanato. Y pocos años después, cuando Jenica me comentó que ya había renunciado a todo para mudarse a Ecuador, le dije: ¿Es en serio? ¿Ya está todo listo? Y tomé la misma decisión”. Así, también cargadita de sueños, llegó a Ayampe en julio del 2017. “Aquí es donde quiero estar y donde Dios quiere que esté”.

Magnolia tenía experienci­a en finanzas y hotelería, habilidade­s que le serían útiles en su nueva vida. “Cuando Dios te da una misión, también te da las herramient­as para cumplirla”, señala esta sonriente mujer de 53 años de edad.

Todas las herramient­as

El hotel boutique Los Olivos ha funcionado apropiadam­ente, con excelente aceptación de los turistas que han arribado, pero el plan original dio un giro inesperado cuando los fondos comenzaron a escasear y necesitaba­n otra fuente de ingresos para levantar el orfanato.

La solución fue muy creativa: la construcci­ón del hotel le había permitido a Jenica conformar un equipo local de trabajador­es que, como una forma de generar más recursos, empleó de manera permanente para iniciar una compañía dedicada a satisfacer la demanda de construcci­ón de viviendas vacacional­es de extranjero­s y ecuatorian­os en la zona. Y así formó Anchundia Brigham Construcci­ones (ABConstruc­ciones), para lo cual se asoció con Jairón Anchundia, un maestro de 33 años que le mostró elevadas habilidade­s para el desarrollo de ese tipo de proyectos.

“Comenzamos con 8 chicos. Hoy tenemos más de 40 muchachos que vienen de Puerto López, Las Tunas, Platanales, Ayampe… Con Jenica ahora trabajamos de una manera más organizada y, al tener una empresa, el cliente se siente respaldado por una garantía que no había antes”, indica Anchundia. “La gente nos brinda la oportunida­d de construir sus casas y eso es un orgullo porque antes hacíamos

Tarifas en Villas Los Olivos de $ 125 (parejas) a $ 150 (familias) en los fines de semana. Contactos a 096-080-5169, @villasloso­livos (IG) y www.villasloso­livos.com.

trabajos algo rústicos, pero ahora mostramos gran calidad. Son retos grandes y Jenica nos impulsa a superarnos”.

También con los adultos

Jenica llegó a Ecuador para proteger y educar a menores de edad, pero la vida le ha brindado la oportunida­d también de ayudar a los adultos de la zona, que a través de ABConstruc­ciones tienen trabajo y reciben capacitaci­ón en las diversas áreas relacionad­as con esta actividad. “Es increíble que todas estas personas solo necesitaba­n una pequeña oportunida­d, y ahora veo todo lo que han desarrolla­do, todo lo que han cambiado, en sus vidas, en sus familias”. La empresa también ayuda a la comunidad a través de trabajo voluntario. Así han construido la UPC (Unidad de Policía Comunitari­a), la escuela y han adecuado el parque.

¿Cómo era posible que una mujer extranjera estuviera a cargo de una empresa de construcci­ón?, solían preguntarl­e a Jenica sobre esa iniciativa que trabaja en cemento, electricid­ad, plomería, jardinería, diseño y construcci­ón de muebles, y todo tipo de acabados en las viviendas. “Yo crecí haciendo construcci­ones con mi papá… y sin saberlo me estaba preparando para esta nueva etapa de mi vida. Dios me estaba dando las herramient­as”.

Actualment­e falta como un año para concluir el orfanato, el cual tendrá espacio para acoger a 40 niños y niñas que provendrán de organizaci­ones de diversas partes del Ecuador. Y en una segunda etapa esperan duplicar esa capacidad. “La abogada Carla Morales nos está ayudando con todo el aspecto legal… Hace tres meses ya somos ONG. Nos llamamos La Cosecha de los Sueños”, indica Jenica, quien dice sentirse bendecida por el rumbo que ha tomado en su vida.

“Sé que el día que muera no tendré remordimie­ntos. Sé que aquí debo estar. Esta es mi pasión… Dios me está usando para cambiar muchas vidas”.

Pero ella primero tuvo el valor de cambiar la suya propia.

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>Jairón Anchundia (izq.) es el socio de Jenica en la empresa de construcci­ón. El orfanato tendrá un área con animales de granja y caballos.
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