RECOMENDACIONES PARA ACELERAR SU RECUPERACIÓN DEL COVID-19
Si tuvo neumonía por el nuevo coronavirus, no se resigne a la fatiga y la dificultad para respirar. Hay una serie de pruebas que se le recomiendan entre las 4 y 12 semanas después del alta, para descartar ciertas secuelas respiratorias, físicas y psicológicas.
Aunque la mayoría de los casos de COVID-19 son leves, una cantidad considerable de pacientes desarrolló neumonía o incluso síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA). Luego de la recuperación, la fatiga, tos seca, fiebre, disnea, anosmia y dolor torácico continúan por semanas, y a esto se lo considera parte de un posible síndrome pos-COVID.
Estos síntomas se describen en el estudio Seguimiento de los pacientes después de neumonía por COVID-19. Secuelas pulmonares (2020), publicado en la revista Alergia México por los doctores Iván Chérrez Ojeda (de Ecuador), Laura Gochicoa Rangel, Antonio Salles Rojas y Hans Mautong.
Ellos citan datos de Reino Unido, según los cuales hasta 10 % de los pacientes tiene síntomas que persisten por más de tres semanas y, en raros casos, por meses. En cambio, un estudio estadounidense con 274 sobrevivientes de la enfermedad reveló que solo el 35 % de estos había regresado al estado de salud que tenían antes de la infección por el nuevo coronavirus.
¿Por qué sucede esto? Las posibles explicaciones no solo contemplan secuelas de la enfermedad, sino que sospechan de la posible persistencia del virus en la sangre, reinfecciones, reacciones inflamatorias o inmunes e incluso sopesan factores psicológicos.
Los autores del estudio hablan de anormalidades pulmonares, que se evidencian mediante la tomografía axial computarizada de alta resolución (TACAR). Las imágenes muestran opacidades semejantes al vidrio esmerilado, consolidación (región de tejido pulmonar que tiene líquido en vez de aire), patrón de empedrado, entre otros. Los dos primeros son los más frecuentes.
En cuanto a la función pulmonar, se reporta que el 47,2 % de los pacientes dados de alta de neumonía por COVID-19 tuvieron disminución de la difusión pulmonar de
monóxido de carbono (DLCO). A los tres meses del alta hospitalaria, el 25,4 % de los pacientes seguía teniendo anormalidades residuales. También se observaron lesiones vasculares pulmonares, que dan secuelas menos frecuentes como hipertensión pulmonar y limitación al esfuerzo.
Detectar a tiempo estas alteraciones, dicen Chérrez y el equipo de investigadores, permite manejar la rehabilitación pulmonar oportuna, lograr disminución de los síntomas y alcanzar una mejor calidad de vida para los pacientes.
El estudio recomienda, entonces, pruebas de función pulmonar: espirometría, prueba de difusión pulmonar de monóxido de carbono, prueba de caminata de seis minutos y medición de las presiones respiratorias máximas, además de la TACAR.
Según el algoritmo de seguimiento pulmonar pos-SARS-CoV-2 incluido en el estudio, una persona que tuvo neumonía por este virus debería evaluarse entre las 4 y 12 semanas del alta, dependiendo de la gravedad de la enfermedad, de si necesitó oxígeno después de recibir el alta hospitalaria y de la persistencia de los síntomas respiratorios.
Los exámenes incluyen una tomografía computarizada (TAC) de tórax de alta resolución y varias pruebas de función respiratoria detalladas más adelante, pero también hacen énfasis en una evaluación de salud mental por posible ansiedad, depresión y estrés postraumático.
Espirometría, presión respiratoria y caminata
La espirometría permite conocer la velocidad a la cual usted puede soplar a partir de una inspiración máxima, a toda su capacidad pulmonar. Los adolescentes, en general, pueden exhalar en el primer segundo el 90 % del aire inspirado, mientras que las personas de mayor edad exhalan aproximadamente el 70 %.
Otras pruebas necesarias son la medición de presiones respiratorias máximas, que evalúan la fuerza de los músculos de la respiración (el diafragma, los músculos espiratorios) y la difusión pulmonar de monóxido de carbono (lo más afectado en los pacientes recuperados de COVID-19), que evalúa el estado de la membrana alveolo-capilar (la estructura por la que tienen que pasar el oxígeno y el dióxido de carbono).
Está también la prueba de caminata de seis minutos (PC6M), en que se le pedirá que camine tan rápido como pueda a través de un pasillo de 30 metros durante 6 minutos (o tal vez utilicen una banda sin fin). Los metros que alcance a caminar se comparan con la media para personas de su estatura, peso y sexo, entre otros valores. Pero también se mide la saturación de oxígeno por pulso-oximetría (SpO2), la frecuencia cardiaca, la tensión arterial sistémica y el grado de disnea y fatiga.
Finalmente, los autores del estudio sobre secuelas del COVID-19 mencionan el aumento de la prevalencia de enfermedades psicosociales, “tanto en la población general como en los (que estuvieron) enfermos”. En los supervivientes de COVID-19, afirman, existe una prevalencia de 50 % de al menos un desorden psiquiátrico, que por lo común es trastorno por estrés postraumático, depresión o ansiedad.
Ejercicios de recuperación
Así que no solo fatiga, debilidad, tos seca, dificultades respiratorias y dolor torácico, sino también ansiedad, insomnio y estrés postraumático están entre las secuelas de la enfermedad de COVID-19.