Carreño en la tormenta
¿Necesita actualización? Sí. Y mucha. Pero el Manual de Urbanidad y Buenas Maneras de Manuel Antonio Carreño podría convertirse en gran guía para los actuales tiempos. El respeto es la mayor directriz.
La primera ocasión en que escuché hablar del Manual de Carreño fue cuando, de niño, una persona mencionaba en televisión que la norma más importante del referido texto es que un caballero siempre debe bajar una escalera pocos escalones por delante de una dama (claro, en el caso de que vaya acompañado).
De esa manera podrá protegerla ante un posible resbalón. Y cuando ambos asciendan, el varón deberá permanecer atento unos escalones atrás, para así atraparla como hábil arquero en el caso de una caída.
Desde entonces he sido respetuoso de tal mandamiento que, dicho sea de paso, me parecía repleto de sentido común dentro de un armonioso entorno de convivencia en el cual buscamos el bienestar propio y del prójimo.
Pero mi mayor encuentro con ese libro llegó años después, y no asomándose dentro de las aulas académicas, sino recostado apaciblemente sobre la acera mientras caminaba por el centro de Guayaquil. ¡Alguien lo había extraviado o arrojado al piso! Primero me sorprendió su pequeño tamaño, parecido a una tarjeta postal, con 127 páginas. Lo recogí, le sacudí el polvo y desde entonces ha permanecido conmigo para enseñarme que la normativa social escrita por el venezolano Manuel Antonio Carreño hace 168 años enseña mucho más que la mejor manera de atrapar a una mujer al vuelo en una escalera.
Es más, el texto puede leerse hoy con gran actualidad. Por ejemplo, el capítulo II, artículo IV, numeral IV, tiene el fantástico poder de salvar vidas en estos difíciles tiempos de COVID-19. Dice así: Cuando no estando solos nos ocurra toser o estornudar, volvamos hacia un lado y apliquemos el pañuelo a la boca, a fin de impedir que se impregne de nuestro aliento el aire que aspiran las personas que nos rodean (¡puro sentido común! Y en ausencia del ya difunto pañuelo, el brazo vale igual).
El libro, nacido en tiempos en que a nadie se le habría imaginado el internet, también exhibe la notable capacidad de poner orden entre los malcriados (niños, jóvenes y adultos) que como zombies mantienen clavada la mirada en sus teléfonos
El tiempo transcurre, pero los buenos modales seguirán indicando el nivel de educación cultural, profesional y social de cada persona que los practica.
celulares mientras alguien les dirige la palabra. El capítulo V, artículo I, numeral XXXVIII, lo indica así: Es un acto impolítico, y altamente ofensivo a la persona que nos habla, el manifestar de un modo cualquiera que no tenemos constraída enteramente la atención a lo que nos dice.
Carreño no se equivoca.
Gran educador de masas
El culpable de que nos prohíban poner los codos sobre la mesa nació en la ciudad de Caracas en 1812. Eran tiempos en que Ecuador era colonia de España. Manuel Antonio Carreño cumplió 10 años cuando nos liberamos definitivamente de la corona ibérica y 18 cuando nació la República del Ecuador.
Desde muy joven mostró su inclinación por la pedagogía,
carrera que quizás conoció por la influencia de su tío, el mismísimo Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar. Sus primeros trabajos editoriales fueron como traductor de textos educativos y religiosos, pero ya en su actividad mostraba su preferencia hacia la educación de los menores de edad, en particular para lograr su adecuado comportamiento social y el manejo de buenas costumbres.
No era un hombre cualquiera. Su cultura superior se mostró como un músico que adiestró a varios talentos de su época, incluida su hija, la pianista Teresa Carreño, quien cosechó fama internacional como concertista. Fue precisamente dedicado a ella que Carreño comenzó a elaborar su manual de urbanidad, incluso desde que la pequeña estaba en el vientre de la madre, ya que libro e hija vieron la primera luz en el mismo año, en 1853.
Carreño publicó por segmentos el Manual de urbanidad y buenas maneras, cuyo título original fue mucho más largo: Manual de urbanidad y buenas maneras para uso de la juventud de ambos sexos en el cual se encuentran las principales reglas de civilidad y etiqueta que deben observarse en las diversas situaciones sociales, precedido de un breve tratado sobre los deberes morales del hombre (sí, así de grande era el título).
El libro fue el gran best seller del siglo XIX y fue rápidamente difundido por toda Latinoamérica, generándose reimpresiones que han aparecido en décadas posteriores ¡hasta llegar hasta nuestros días!, seguramente por la sostenida conciencia generacional de que los buenos modales indican el nivel de educación cultural, profesional y social de cada persona. Así que deben ser parte de la enseñanza básica.
Siempre con respeto
El ilustre Manual de Carreño también puede funcionar como una ventana hacia el pasado, ya que sus reimpresiones han mantenido arcaicas normas como esta: Si yendo a caballo, viéremos que vamos a encontrarnos con el Viático tomaremos inmediatamente otra calle; y si no podemos hacerlo nos desmontaremos, y no volveremos a montar hasta que la procesión haya pasado.
El Viático es la administración de la comunión a un moribundo, por lo que resulta válido comprender el respeto profundo que merecían las personas que se dirigen a cumplir ese rito católico, el cual manda, según Carreño, que los caballeros bien educados se retiren el sombrero al verlo cruzar por la calle.
En los actuales tiempos, que incluso ostentan la Aerovía como moderno medio de transporte, el caballo ha caído en desuso dentro de las grandes ciudades, pero con normas así resulta muy sencillo percibir cuál es el componente imprescindible en los seis capítulos de este texto: el respeto hacia el prójimo.
Carreño lo englobaba todo en la urbanidad, que conceptualizaba como “el conjunto de reglas que tenemos que observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y para manifestar a los demás la benevolencia, atención y respeto que les son debidos”.
Nuestras abuelas lo sabían
Manuel Antonio Carreño (foto) tenía 41 años cuando publicó su manual en 1853, el cual dedicó a su hija Teresa. Ella se convirtió en una gran concertista de piano.
muy bien cada vez recomendaban que un caballero siempre debe cederle su asiento a las damas, que un menor de edad jamás debe alzarles la voz a sus padres y que debemos permanecer aseados.
Todas son normas de Carreño, cuyas palabras mantienen tremenda vigencia en nuestros días, a menudo marcados por la violencia en actos y palabras, como al señalar que una conversación debe estar siempre animada por un espíritu de benevolencia y consideración que se extienda, no solo a todos los circunstantes, sino también a las personas ausentes. Es así que nuestro lenguaje cotidiano debe permanecer “culto, decente y respetuoso”.
Sin embargo, el manual también abunda en curiosas pautas que se acercan a la frontera del absurdo, cita la BBC. “Quienes sin tener disposición ni conocimientos necesarios toman parte en un baile, no hacen otra cosa que servir de embarazo y de incomodidad a los bailadores hábiles”. O: “Evitemos el leer en la ventana, para que los que pasan no crean que hacemos ostentación de estudio o afición a las letras”.
Y también puede sonar machista: “Las mujeres deben educarse en los principios del gobierno doméstico y ensayarse en sus prácticas desde la más tierna edad”. Hoy, esa postura quizás le merecería una cachetada feminista. Ups, perdón, Carreño rechaza todo acto de violencia.
El Carreño digital
¿El celular puede ir sobre la mesa?, ¿debo postear mis fotos en el gimnasio? La popularidad de las redes sociales cambió nuestra manera de relacionarnos y con ello también aparecieron nuevos malos modales, indica la BBC.
Darle like a los propios comentarios, arrinconar a los amigos con invitaciones de juegos, publicar cada intrascendencia de tu vida, deskuidar la hortográfia o #exagerar #con #los #hashtags se consideran hábitos que atentan contra la etiqueta en las redes, o Netiqueta, que manda, por ejemplo, que el celular no vaya sobre la mesa del comedor y que evitemos compartir con el mundo cada plato de comida que nos servimos.
Y es que, aunque el mundo haya cambiado, el principio básico del Manual de Carreño sigue siendo el mismo: ninguna comunidad funciona si no hay entre sus miembros reglas de consideración mínimas. Esto rige en el mundo virtual y en el real. Y nos ayuda construir un mundo que resulte más amigable, incluso, cuando la vida nos ponga en condiciones de desventaja.
Manuel Antonio Carreño lo aprendió cuando debió dejar Venezuela con su familia de manera permanente en 1862, en medio de una crisis política y económica. Coincidentemente, las últimas páginas de su libro hablan sobre el trato al migrante. “Quien abandona su patria no cuenta con otra ventaja, ni otros goces que los que le proporciona la hospitalidad de quien lo recibe”, menciona en el libro. Para él, ser grosero con el extranjero que sufre necesidades era una vulgaridad imperdonable. Lo curioso es que Carreño vivió como migrante durante cuatro años en la ciudad de Nueva York y luego en París, donde falleció en 1874.
Los tiempos cambian, pero, al mismo tiempo, nada cambia. El respeto hacia el prójimo será siempre la gran herramienta que ayuda a construir una sociedad civilizada, ya sea en la casa, en la calle, en el lugar de trabajo, en la mesa, en las redes sociales o en una simple escalera.