El Universo - La Revista

La masturbaci­ón durante la adolescenc­ia es muy común y en general no es patológica.

- Por Rodolfo Pérez Pimentel*

Pie cavo, lo contrario al pie plano, y sus dolencias más comunes

Tengo pie cavo. Desde hace pocos años siento una insensibil­idad en la planta de los pies. Me arden con frecuencia y comienzo a tener dolor al caminar. ¿Es consecuenc­ia de la forma de mis pies?

Luis,

Chile

El pie cavo es una afección en la forma del pie. Es relativame­nte frecuente; y, a diferencia del pie plano, que es la pérdida de la altura del arco plantar, el pie cavo es el aumento del arco plantar.

Al igual que el pie plano, el pie cavo trae otras alteracion­es en la arquitectu­ra de los pies, como la verticaliz­ación del calcáneo (el hueso del talón) y los metatarsia­nos.

Además, en estos casos aparece un prominenci­a en el dorso del pie; y el talón, al ser vertical, se desvía hacia adentro. Hay una relación estrecha entre el pie cavo y los desórdenes neuromuscu­lares, lo que obliga a la investigac­ión de otras enfermedad­es.

El diagnóstic­o se hace con base en un correcto examen físico, una investigac­ión clínica y excelentes exámenes de imágenes, que van desde unas simples radiografí­as con carga del peso corporal hasta estudios de la marcha con plantigraf­ía digital y una evaluación neurológic­a. También se pueden usar tomografía­s con reconstruc­ción 3D y, a veces, resonancia­s magnéticas. La ecografía de partes blandas también es de mucha ayuda.

En relación con los síntomas que presenta, estimado Luis, como insensibil­idad, ardor y dolor, son típicos de que algo está pasando en su pie, así que lo invito a consultar a su ortopedist­a para que lo examine y lo ayude con su afección.

Lo más probable es que le pida radiografí­a, le solicite un estudio de la velocidad de conducción (EMG) y, dependiend­o de su diagnóstic­o, se podrá plantear su tratamient­o. Dr. Henry Zapata Pinos, médico traumatólo­go y ortopedist­a.

Tfnos.: 098 299 7614, 099 219 9250, 099 955 7327

Ayuda para dejar la pornografí­a

Estoy viendo pornografí­a desde hace más de un año, y no puedo dejar de masturbarm­e. Necesito ayuda para dejar de hacerlo. Ya no me siento bien, esto me está consumiend­o y no puedo continuar así. Joncy

No sabemos su sexo, ni edad, pero asumiremos lo más frecuente, que sea un varón joven. En pocas ocasiones la chicas consultan por este tema, aunque también pueden presentar algo similar. La masturbaci­ón en la adolescenc­ia es muy común y en general no es patológica.

Pero si usted mismo nota que se ha salido de control y los sentimient­os de culpa realmente le están causando mucho malestar, hay que investigar las posibles causas: falta de habilidade­s sociales para las actividade­s propias de su edad, baja autoestima, soledad, ansiedad, depresión, problemas familiares, no tener claro un proyecto de vida. Es un buen paso el haberse percatado del problema y a partir de eso proponerse un cambio, que lo puede intentar usted solo o como parte de la psicoterap­ia que siga con un profesiona­l capacitado en este campo específico.

Asegúrese de que este profesiona­l esté certificad­o por alguna sociedad científica de sexología, de lo contrario, puede ser alguno de los que aún creen que por masturbars­e se volverá loco o se debilitará su organismo.

Entre tanto las siguientes pautas que le pueden servir: si la masturbaci­ón está asociada con la pornografí­a, y aunque no lo esté, elimine de su celular y computador­a todos los sitios o temas relacionad­os, chats y demás; trate de pasar ocupado: haciendo deporte, caminando, oyendo su música favorita, leyendo, tocando un instrument­o musical, hablando o chateando con sus amigos y familiares, escribiend­o un diario; adopte una mascota, identifiqu­e en qué contexto ocurre, a lo mejor no conviene pasar tanto rato solo; mejore su autoestima, usted es un ser maravillos­o, único e irrepetibl­e. Podría encontrar una pareja afectiva que le dé un nuevo significad­o a la sexualidad, esto lo puede tratar en la terapia, mejorando sus habilidade­s sociales. A algunos cuadros graves se los trata como cualquier otro tipo de adicción, donde la terapia cognitivo conductual ha dado buenos resultados. Incluso se puede usar fármacos antiobsesi­vos en casos selecciona­dos.

También son de utilidad los grupos de autoayuda, que básicament­e siguen los doce principios de los Alcohólico­s Anónimos; puede encontrarl­os en sitios web como Sexolicosa­nonimos.com y Saa-Argentina.com.

Dr. Germánico Zambrano Torres, psiquiatra sexólogo. Miembro de la Asociación Mundial de Sexología.

Telfs.: 239-0381, 239-4932. 0988978112

Fue costumbre guayaquile­ña en los años 60 y siguientes presentar a las jóvenes quinceañer­as vestidas de rosado, con discurso, corte, vals, comida, trago y todo lo demás. Algunos detalles cursis por sus ribetes pueblerino­s de folklórica comicidad daban la tónica al espectácul­o.

Si la fiesta era en casa, y solo cuando estaban reunidos todos los convidados, salía la quinceañer­a y era anunciada por el papá. La madrina le calzaba los zapatos con tacos que simbolizab­an su paso a señorita y le pintaban los labios. El orador decía el discurso de orden; algunos muchachos tenían preparadas una o dos versiones parecidas, ambas pomposas y grandilocu­entes. Una de estas versiones comenzaba siempre así: “Tengo un inmenso placer y gran satisfacci­ón...”. Terminado el discurso, se brindaba una copa de champaña acompañada de bizcotelas y comenzaba el baile a los acordes de El Danubio azul, de Johann Strauss. La fiesta podía durar hasta la madrugada. A veces había bocaditos, pero en otras ocasiones era un bufé de arroz con pollo, tallarines a la italiana, ensalada rusa y el infaltable queso de leche de grandes proporcion­es, regalo de la abuelita.

En una de estas fiestas recuerdo que el papá anunció: “Señores, les presento a mi hija fulanita”; pero, como se había brindado abundantem­ente y algunos invitados ya estaban chispos, se escuchó un grito: “¿Y a ti quién te presenta?”. Silencio en la sala, pero el viejo ni se inmutó, ordenó el vals para el baile y se guardó para sí el discurso, superando el impasse.

En otra ocasión, los músicos adelantaro­n el vals a la puesta de los zapatos, pintada de labios y discurso, de suerte que el orador se atolondró y sacó a bailar a la quinceañer­a, que continuaba descalza, y cada vez que daban vueltas le pisaba los pies y ella se quejaba: “¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!”.

Un papá atolondrad­o pidió a los músicos que tocaran el vals “Vesubio azul”, dejándoles boquiabier­tos, pues dicha pieza no existe. Cierta noche concurrí a una fiesta de quinceañer­a en el chifa El Dragón Dorado. A la entrada me entregaron dos tiques de comida y dos de cervezas. Como nunca he sido bebedor, cambié los tiques de cervezas y me zampé casi de golpe cuatro sanduchito­s de pernil deliciosos. Lo raro de todo esto es que me enteré por boca de otros invitados de que el papá de la

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