Cultura e incultura
La educación, cultura, la formación del hogar, cuando son positivos, cuando apuntan a la superación personal, son componentes que moldean la personalidad de un individuo, son ingredientes de una personalidad agradable y tolerante.
El comportamiento de una persona bien formada se evidencia en sus actos, aun cuando defiende sus más profundas convicciones o contradice ideas o comportamientos contrarios a los propios, lo hace con altura.
Cuando esos componentes son incompletos, confusos, inexistentes o provienen de entornos plagados de mediocridad sale a flote la ordinariez. Un ordinario no discrepa, pelea y ataca; en su mente no hay cabida para la caballerosidad, su educación ni su formación lo permiten. No hay que echarle la culpa solo al entorno
que se encargó de formarlo, hay una responsabilidad individual de superación que se forja en el contacto con otros seres humanos, pero cuando el espíritu del aquejado por la ordinariez atribuye sus falencias a una imposición externa, entonces manifiesta un resentimiento social, y se revuelve contra cualquier entorno, echa la culpa a los demás de sus falencias o desgracias, y todo lo encasilla en ese resentimiento que unos suelen llamar rebeldía, otros lo llaman revolución, unos más lo llaman izquierdismo, y los que se creen más moderados lo manifiestan como prepotencia, cuando alcanzan algo de poder. No se diga cuando logran llegar al poder total. Pero lo más grave es la agresividad que aflora cuando creen reclamar sus derechos o defender sus ideas, que en realidad los han vulnerado sus falencias, no han progresado por sus incapacidades que se agravan por una falta de voluntad de progresar, disfrazada en radicalismos pueriles. Un ejemplo claro de todo esto lo vimos en los ataques al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social transitorio, cuando se lo culpó de la no entrega de credenciales a los consejeros electos, lo obtuso de la visión de “reclamantes” (en realidad vocingleros vulgares), les impidió plantear el reclamo al Consejo Nacional Electoral, que es donde se genera la entrega de las credenciales. Igualmente, alguna autoridad electa gritó que era injusto esta falta de entrega, pero no personalizó a quienes fallaron en hacerlo. (O)