Vorágine de pasiones
Incontables insultos, una que otra crítica argumentada y alguna opinión favorable mereció en nuestras redes sociales Janet Hinostroza la semana pasada. ¿El motivo? La inesperada entrevista a María Fernanda Espinosa, presidenta de la Asamblea General de la ONU, durante su visita al país más pobre del mundo. Una entrevista improbable para un país que divide a políticos y periodistas en “buenos” y “malos”, bajo esa moral maniquea de la opinión pública ecuatoriana, dominada por las pasiones y huérfana de reflexión. Una opinión “imagen-dependiente” que un día erige ídolos, y a la menor decepción los derriba del pedestal. Hinostroza encabezaba la lista de los comunicadores “buenos”, y según muchas personas, ella no debía realizar esta entrevista ni publicar aquel tuiteo sobre la señora Espinosa.
¿Por qué no debía entrevistarla? Según los más reflexivos, porque es un acto equívoco: se presta a las más variadas y contradictorias interpretaciones, si es verdad que la excanciller pagó viaje y honorarios de Janet y su equipo. O porque Espinosa es culpable de lo que se la acusa, según otros que hoy repudian lo que hace doce
años eligieron. Una condena que se funda –exclusivamente– en la información de los medios. En este país, donde nadie confía en el aparato de justicia, los medios realizan la investigación y seguimiento de los supuestos delitos de los funcionarios públicos, y sus noticiarios son tomados por el público como un veredicto anticipado de culpabilidad o exoneración. El confortable Poder Judicial se limita a ratificar o contrariar ese dictamen popular previo.
¿Y qué tal la entrevista? Más o menos nomás. Es mi opinión subjetiva, parcializada y afectiva. Porque la objetividad es un mito o un ideal ingenuo. A lo sumo, solo podemos hacernos responsables por nuestro decir y nuestra subjetividad, como sujetos del inconsciente.
La entrevista no me aportó esclarecimiento relevante, y creo que tampoco aporta mérito a la carrera de Janet Hinostroza. Pero le otorgó un espacio a María Fernanda Espinosa para mostrar las labores humanitarias que –bajo su presidencia– la ONU realiza en beneficio de los más desfavorecidos del planeta. Respecto a la “crisis humanitaria de Venezuela”: una parrafada de lugares comunes e ilusiones vacuas, evitando nombrar al Innombrable Chispoteador, el abominable inventor de semejante horror. Finalmente, las acusaciones contra la exministra que podrían costarle un juicio político, dependiendo de los pactos que se cocinan en nuestra Asamblea, y no de su culpabilidad o inocencia. Al último, el plato fuerte: los cuestionamientos sobre el affaire Assange, pasando “breve-breve” por el asesinato de los periodistas del diario El Comercio y otros asuntos.
Ahí apareció por un momento la preguntadera incisiva que algunos le reconocemos a Janet. Parecía que pondría contra las cuerdas a la entrevistada, pero la señora Espinosa es tan impertérrita e inasible como una lombriz en un galón de aceite. María Fernanda eludió el acoso con facilidad y la comunicadora desistió rápidamente “porque el tiempo no nos ayuda”. En síntesis: más el caldo que los huevos, lo que no justifica los insultos de nuestro enamoradizo populacho cibernético, “desengañado” porque la pérfida Janet le rompió el corazón, como antes ya lo hizo Anita Galarza. ¡Ah, el amor! El fundamento de la psicología de las masas. (O)